Comienzan los meses a vivir, como un temblor de espigas. Ayer fui temprano a los campos para ver más de cerca la mañana buscando interpretar la luz que siempre es distinta según los ojos que la reciban.
En la casa de campo donde pasé la noche solo, tuve la oportunidad de distinguir los diferentes sonidos de las ramas cuando el viento les llega, la queja musical de los pájaros que no se ven en la noche. La luz de la luna también crujía detrás de algunas nubes.
¡Cuánto misterio hay detrás del silencio! ¡Cuánta novedad se queda sin ser escuchada por no ponerle oídos a la noche, por tanto temor como le tenemos a la soledad!
Noté intensamente cuánta vida hay en lo que parece dormido. Dios en cada parpadeo de la noche, el gato que se cruza, el caballo de la cuadra de enfrente que descansa de pie como esta familia de palmeras que se abanican con sus manos grandes.
El único equipaje con el que llegué a esta casa solitaria fue una frase de Chantal del Sol, filósofa francesa, con la que concluí mi paseo: “El aborto no es más que el retorno del paganismo”… Y se detuvo la vida.
pedrouve