África se ha consolidado en los últimos años como el principal epicentro de la actividad yihadista, con el Sahel como la región más golpeada en muertos y atentados. La expansión de las filiales de Al Qaeda y Estado Islámico, unida a la debilidad de los gobiernos locales, ha dejado vastos territorios fuera de control estatal. Según el Africa Center for Strategic Studies (ACSS), a finales de 2024 había 950.000 kilómetros cuadrados poblados sin presencia gubernamental, una superficie equivalente a Tanzania y casi el doble que España.
En Burkina Faso, por ejemplo, se calcula que la junta militar controla apenas el 40% del territorio nacional. Aunque no siempre buscan administrar el suelo conquistado, los grupos yihadistas cada vez muestran más disposición a erigirse como alternativa de poder frente a los estados.
El caso más significativo es el del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), filial de Al Qaeda que opera principalmente en Malí y Burkina Faso. Solo en 2024, el Sahel registró 10.685 muertes por terrorismo, de las cuales un 83% se atribuyen a JNIM, consolidándose como el actor más letal de la región.
Un reciente informe de la ONU advierte de que JNIM ha alcanzado una nueva capacidad operacional, desplegando ataques con drones, explosivos improvisados y cientos de combatientes contra bases militares. Según este organismo, el grupo está en condiciones de amenazar las capitales de Malí, Burkina Faso y Níger, ampliando su radio de acción en los últimos seis meses.
Además, JNIM estaría adoptando un enfoque político, buscando consolidarse como una especie de autoridad paralela en ciertas zonas. Para ello, combina acuerdos locales con comunidades —muchos bajo presión— con el reparto de recursos y el establecimiento de estructuras rudimentarias de gobernanza, ganando así apoyo social en regiones descontentas con las juntas militares.
En paralelo, el grupo mantiene su ambición de crear un emirato islámico que cuestione la legitimidad de los regímenes actuales e imponga la ‘sharia’. Sus comunicados se han vuelto más políticos, apelando directamente a la población, mientras dirigen sus ofensivas principalmente contra fuerzas estatales, milicias locales y mercenarios rusos del Grupo Wagner desplegados en Malí, a quienes considera sus enemigos principales.