El consumo de vino atraviesa una crisis global. Según los últimos datos, en 2024 se bebieron apenas 214 millones de hectolitros a nivel mundial, el volumen más bajo registrado desde 1961. Este descenso marca el tercer año consecutivo de caída en la demanda de esta bebida milenaria.
No obstante, España parece nadar contracorriente. En un contexto de retraimiento internacional, el país ibérico registró un incremento del 1,2% en su consumo interno, acercándose nuevamente a los niveles récord alcanzados en 2022 tras la pandemia. Con casi 10 millones de hectolitros consumidos el año pasado, España reafirma su papel como uno de los bastiones vinícolas del planeta.
Entre las causas del retroceso mundial se destacan los cambios en los hábitos de consumo, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que muestran un menor interés por el vino y tienden a consumirlo con menos frecuencia. A esto se suma la presión económica global, con la inflación y el aumento de precios alejando a muchos consumidores de productos considerados no esenciales.
Por el contrario, la cultura vinícola española sigue siendo un motor de resistencia. El vino mantiene su peso en la vida social y gastronómica del país, y su relevancia trasciende fronteras, posicionando a España como líder tanto en producción como en consumo, incluso en mercados tan particulares como El Vaticano.
Mientras gran parte del mundo replantea su relación con esta bebida, España continúa celebrando al vino como parte de su identidad, demostrando que, al menos en su territorio, la tradición todavía se impone sobre la tendencia, detalla El Observador.