En uno de esos libros que se llevan en la memoria sin saber de quienes son, leí con acierto de conformista: “Envejecer es un arte que no puede ser dominado sin muchos años de práctica. Probablemente consiste en sustituir unos placeres por otros y en darse cuenta que en algunos casos -en poquísimos- se ha salido ganando en la sustitución”… Se envejece porque no se tiene más remedio, como es irremediable dejar aquí las cosas, la vida, que no podemos llevarnos.
El papa Francisco, en una de sus frases más acertadas, advertía: “Detrás de un coche fúnebre, yo nunca he visto un camión de mudanzas”. Personalmente he sido testigo de alguien que no le dolía el desgarro de la muerte, sino los bienes que se dejaba en este mundo.
Envejecer, también, es irse dando cuenta de que la pluma con la que escribiste, el sol que te ayudó a recrear la luz de dentro con su luz de afuera, el mar intransigente de rutina y oleajes… han sido el principio de una abundancia misteriosa.
pedrouve