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El ridículo

Cuando no se sabe qué decir, y se intenta decir algo, inevitablemente surge el ridículo. La portavocía de Sumar, que ostenta un ministro con vocación de organizar museos y devolver “lo suyo” a los aztecas, señala que sabían y no sabían los presuntos devaneos del diputado fugitivo: luz de faro en sus filas hasta ahora. Y pidió perdón porque habían fallado los mecanismos de control en el partido… Delirante es el tartamudeo de semejante primicia.

Pero que nadie se preocupe: desde ahora, las cabezas pensantes de Sumar han decidido que se darán Curos de docencia y decencia sexual para que todos sus miembros (a las personas me refiero) sepan en cada momento cómo tienen que persuadir, insinuarse, acompañar en pisos o ascensores, señalar por dónde se empieza en el atrevimiento y cómo irse quitando la ropa, si es que procede… Esto nos deja mucho más tranquilos a los votantes. Saber que a los jerarcas de nuestros partidos les van a enseñar cómo se modera la precipitación de las ansias, permitirá desde ahora una mayor seguridad en los encuentros. 

En su día, votaron a Podemos cinco millones de españoles que hoy, seguramente, dudan si fue conveniente votar a tantos sabios juntos.

pedrouve

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