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“El querido hermano”

Los hermanos Manuel y Antonio Machado. | Fuente: Europa Press

“Lo peor que llevo de la guerra es no encontrar tabaco”, refería don Antonio Machado a las puertas del Hotel Bougnol-Quintana, pocos días antes de morirse (leche migada con pan fue su última cena). Pérez Azústre, en la portada de su excelente novela sobre don Manuel Machado, nos presenta al “querido hermano” contemplando la desolación de un cigarrillo en su boca.

La verdadera relación de los hermanos fue ejemplarmente entrañable. La intensa capacidad lírica de don Manuel se ocuparon las ideologías de opacarla ante la gigantesca mole del Moncayo que significó, y significa, la poesía de don Antonio. A Madrid acudía con empeño el profesor de francés en busca de su hermano para sentir juntos las palabras que adornasen tantos sentimientos como supieron bordar en ‘La Lola se va a los puertos’ o en ‘La duquesa de Benamejí’ o en ‘Julianillo Valcárcel’… Se querían los dos hasta extremos contagiosos. De tal manera les costaba separarse que, en más de una ocasión, don Antonio cursaba un telegrama al director de su instituto segoviano para disculpar su ausencia: “Perdido tren. Hoy y mañana”.

Los dos hermanos amaron y respetaron, de diferente manera, a las mujeres. Manuel, más inclinado a las fiestas y a cumplir con arrebato sus pasiones; Eulalia Cáceres, sin embargo, detuvo con empeño y amor sus amoríos. A Antonio se le murió Leonor tan prontamente que toda su vida fue desde entonces una constante ausencia. Pilar de Valderrama, ya al final, hizo que vibraran en su pecho los últimos pálpitos de delirio que a duras penas sostenía.

En julio de 1936, como solían, Eulalia y Manuel fueron a Burgos para celebrar las fiestas de la Virgen con su hermana Carmen, religiosa en Las Esclavas. Estalló la guerra y perdieron el tren de regreso, sin otro remedio para el matrimonio que seguir hospedados en la pensión Filomena, los tres años de guerra que quedaban.

Al morir don Manuel, el “querido hermano” en enero de 1947, su esposa se hizo monja en Barcelona: enterrada entre tantos olvidos duerme en Montjuïc, después de haber donado a Burgos una parte sustancial del archivo machadiano…

Al ser preguntado Borges por la poesía de don Antonio Machado, desde su ironía más severa, respondió el argentino: “No sabía que don Manuel tuviese un hermano poeta”.

Los dos hermanos, desde su río, estrenaron orillas. Cuando don Manuel Machado hurgó en el alma de cada provincia andaluza, llamando a Málaga cantaora, a Almería dorada, a Granada agua oculta que llora y romana y mora a Córdoba callada; plateado a Jaén, salada claridad a Cádiz, a Huelva la orilla de las tres carabelas y Sevilla y Sevilla y Sevilla… estaba llenándose de besos Andalucía.

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