Carmen Saval se duele de lo difícil que es abrir la ventana y ahuyentar la noche… De niño, nos enseñaban en fotografías aquellas Cortes donde había obispos y quimeras aceptándolo todo, porque todo era verdad, su verdad, nacida en defensa de lo que creían. De pronto, un día, la juventud de un rey que fue promesa, abrió las ventanas y ahuyentó la noche. Pero, con aquella noche se fueron también la educación y las mejores palabras.
Porque Parlamento debía significar hablar bien, saber decir las palabras escogidas que luego serán estrellas en la boca, alicientes para construir un porvenir, aunque venga de la renuncia. Palabras sugerentes y nuevas, sostenidas en la roca de la firmeza.
Hoy prefiero no asomarme al mismo lugar donde las nuevas generaciones estarían ganosas de aprender un vocabulario enriquecido con el tiempo. Hoy, las groserías y las pendencias, las zafiedades, mentiras y desprecios coronan la hermosísima cúpula que, de un tiempo a esta parte, se muestra dolorosamente desteñida.