Hoy: 23 de noviembre de 2024
Durante la audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco ha hecho un llamado enérgico contra las “inhumanas” torturas que padecen los prisioneros, especialmente aquellos que se encuentran en situaciones de guerra.
Renovando su compromiso por la paz, el Pontífice ha dirigido sus oraciones a los “prisioneros de guerra“, implorando que el Señor intervenga para liberarlos. Francisco ha condenado la práctica de la tortura como una violación flagrante de la dignidad humana, instando a reflexionar sobre el sufrimiento que inflige y a ofrecer apoyo y bendiciones a quienes la padecen.
Durante la catequesis, el Papa Francisco ha concluido el ciclo dedicado a las virtudes cardinales centrándose en la templanza. Esta virtud, cuyo significado en griego es “poder sobre sí mismo“, implica la habilidad de comportarse con una “justa medida“.
El Sumo Pontífice ha destacado que la persona templada actúa con sabiduría, evitando ser impulsiva o excesivamente entusiasta, lo que a menudo conlleva a una falta de fiabilidad. En un mundo donde la expresión libre de opiniones es frecuente, el Papa ha enfatizado que quien posee templanza prefiere reflexionar antes de hablar. Además, no realiza promesas vacías, sino que se compromete en la medida en que puede cumplirlas.
Ante los placeres el Papa también ha asegurado que la persona con templanza actúa con juicio ya que, como ha señalado, “el libre curso de los impulsos y la total licencia concedida a los placeres acaban volviéndose contra nosotros mismos, sumiéndonos en un estado de aburrimiento”.
Para el Papa, la templanza, sin embargo, no significa no ver el mal y no enfadarse. “Si la persona temperamental sabe controlar su temperamento, no por eso la veremos perpetuamente con un rostro pacífico y sonriente. De hecho, a veces es necesario indignarse, pero siempre de la manera correcta. Una palabra de reproche es a veces más saludable que un silencio amargo y rencoroso”, ha relatado.
A su juicio, “el tempera mentalista sabe que no hay nada más incómodo que corregir a otro, pero también sabe que es necesario: de lo contrario se estaría dando rienda suelta al mal”. “En ciertos casos, el temperamentalista consigue mantener unidos los extremos: afirma principios absolutos, reivindica valores innegociables, pero también sabe comprender a las personas y mostrar empatía por ellas”, ha concluido.