Algunos en Veraluz creyeron que al nuevo Papa le llamaban León porque en León había nacido. Justina se encargó a voces de que su madre rectificara en lo que había entendido, sorda como era. En Veraluz no es que todos fueran católicos practicantes, aunque el cura don Ramón decía que si no eran practicantes no debían llamarse católicos, pero el jueves 8 de mayo de 2025 nadie quería perderse el resultado de la fumata blanca.
El bar del Casino rebosaba de gente a partir de las cinco de la tarde. Se llevaban a los labios los sorbos de café, los vasos de ginebra y algunos refrescos sin azúcar con la parsimoniosa ruta de la costumbre. Se bebía por beber, como se piensa a veces porque no se tiene más remedio que hablar con el vecino. La vida de los pueblos requiere un sólido conocimiento de lo pequeño para no sentirse ajeno a encontrar con los otros paraguas cuando llueve.
Ese jueves todo era importante y nadie en Veraluz sabía de este cardenal americano que habla español y que se llama León porque no quiere que sepan desde el principio lo bueno que es y lo mejor que trae.
Joaquín, el camarero, susurró de pasada: “El rostro de León XIV trasmite la paz que pide”.
Pedro Villarejo