El nacimiento de la Comunidad de Madrid: una mirada desde Tresjuncos con la presencia de San Sebastián de los Reyes

29 de diciembre de 2024
9 minutos de lectura
Bandera de la Comunidad de Madrid. | Fuente: iStock
JUAN DE JUSTO RODRÍGUEZ

La Navidad me invita a la reflexión. Mientras el aroma a pino y especias invade el hogar, y el murmullo de villancicos resuena en la distancia, mi mente se traslada a un pasado no tan lejano, a un tiempo de lucha y esperanza que forjó el presente de nuestra comunidad. Puede que resulte chocante la reflexión que hago en este momento navideño pero es precisamente ese tiempo que nos permite un mayor relajo que significa un tiempo de lectura, de repaso a viejas historias que aún tenemos presentes y que el actual intento de negacionismo de un pasado reciente que trazo la senda presente y que sirvió para la concordia de los españoles me obliga a rescatar momentos que forman parte de nuestra historia y que no debo permitir que se olviden, es mi obligación, como pequeño protagonista de aquellos momentos difíciles traer a colación esos recuerdos que hoy pretenden obviarse.

Un recuerdo imborrable que se agiganta en el tiempo ha sido la relectura del acta del pleno municipal del 3 de marzo de 1984, en San Sebastián de los Reyes, que aún permanece grabada en mi memoria como un testimonio vivo del nacimiento de la Comunidad de Madrid. En aquel entonces, como joven concejal, fui testigo privilegiado de un momento histórico que marcaría el devenir de nuestra región. Hoy, desde la perspectiva que otorgan los años, vuelvo a evocar aquel día con una mezcla de nostalgia y preocupación. Nostalgia por un tiempo de esperanza e ilusión en la construcción de un futuro mejor para nuestra comunidad, y preocupación por la deriva que ha tomado la política madrileña en los últimos años. Aquel fue un Pleno para la Historia, que se repite una y otra vez.

Aquel 3 de marzo de 1984, el salón de plenos del Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes se vistió de gala para recibir al consejero de Educación de la recién nacida Comunidad de Madrid, D. Manuel de la Rocha Rubí, aún recuerdo sus palabras destacando la singularidad de Madrid, crisol de culturas y cuna de una identidad en constante evolución. El motivo de la visita era la entrega de la bandera autonómica, un símbolo que representaba la concreción de un largo proceso de lucha por la autonomía. Recuerdo la emoción contenida en el ambiente, la expectación ante un futuro incierto pero lleno de posibilidades.

Las intervenciones de los portavoces de los distintos grupos políticos reflejaban la diversidad de opiniones y perspectivas ante la nueva realidad autonómica. El portavoz del Grupo Popular, Sr. Matías Sánchez, destacaba la importancia del Estatuto de Autonomía como marco de la voluntad municipalista, mientras que el portavoz del PSOE, yo mismo, recordaba el apoyo pionero de San Sebastián de los Reyes al proceso autonómico. Ambos coincidían en la necesidad de que la Comunidad de Madrid respondiera a las expectativas de los ciudadanos, mejorando la calidad de los servicios y reforzando la identidad regional.

La creación de la Comunidad de Madrid se enmarcaba en el proceso de descentralización política y administrativa que se inició en España tras la aprobación de la Constitución de 1978. La idea de la autonomía respondía a la necesidad de reconocer la diversidad territorial y cultural del país, y de acercar la toma de decisiones a los ciudadanos. En el caso de Madrid, la autonomía se presentaba como una oportunidad para dotar a la región de un mayor autogobierno y para gestionar de manera más eficiente sus propios recursos.

Sin embargo, el camino hacia la autonomía no estuvo exento de obstáculos. La singularidad de Madrid, como capital del Estado y sede de las principales instituciones nacionales, generaba dudas sobre la conveniencia de dotarla de un régimen autonómico similar al de otras regiones. Además, la heterogeneidad de la población madrileña, con una importante presencia de personas procedentes de otras partes de España, planteaba el desafío de construir una identidad regional inclusiva y cohesionadora.

A pesar de las dificultades, la voluntad de los madrileños de contar con un mayor autogobierno se impuso. El Estatuto de Autonomía, aprobado en 1983, establecía las competencias de la Comunidad de Madrid en ámbitos como la educación, la sanidad, la cultura o el urbanismo. Se crearon nuevas instituciones, como la Asamblea de Madrid y el Gobierno regional, con el objetivo de gestionar los asuntos propios de la comunidad.

El proceso autonómico en Madrid fue el resultado de una serie de factores históricos, políticos y sociales que confluyeron en la década de 1970. Tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, España inició una transición hacia la democracia que culminó con la aprobación de la Constitución de 1978. La Constitución reconocía el derecho a la autonomía de las distintas nacionalidades y regiones que integran el Estado español, abriendo la puerta a la creación de comunidades autónomas.

En el caso de Madrid, el proceso autonómico fue impulsado por diversos actores políticos y sociales. Los partidos de izquierda, como el PSOE y el PCE, veían en la autonomía una oportunidad para descentralizar el poder y democratizar las instituciones. Los partidos regionalistas, como la Unión de Centro Democrático (UCD), defendían la autonomía como una forma de reconocer la identidad propia de Madrid. Y la sociedad civil, a través de asociaciones y movimientos vecinales, reclamaba una mayor participación en la toma de decisiones que afectaban a su vida cotidiana.

El proceso autonómico no fue un camino de rosas. Hubo debates intensos sobre el modelo de autonomía que debía adoptar Madrid, sobre las competencias que debía asumir la comunidad autónoma y sobre la financiación de la misma. También hubo tensiones entre los distintos partidos políticos, que defendían intereses y visiones diferentes. Sin embargo, a pesar de las dificultades, el proceso culminó con la aprobación del Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Madrid en 1983.

La creación de la Comunidad de Madrid planteó el desafío de construir una identidad regional que aglutinara a una población diversa y heterogénea. Madrid, como capital del Estado, ha sido históricamente un lugar de encuentro de personas procedentes de todas las regiones de España y hoy también el hogar de otras personas provenientes de todos los puntos del mundo. Esta diversidad cultural y social ha enriquecido a la ciudad, pero también ha dificultado la creación de un sentimiento de pertenencia a una comunidad específica.

El Estatuto de Autonomía de 1983 reconocía la pluralidad de la sociedad madrileña y establecía como objetivo la promoción de la cultura y la lengua propias de la comunidad. Sin embargo, la definición de una identidad madrileña no ha sido tarea fácil. Algunos sectores han defendido una identidad basada en la tradición castellana, mientras que otros han abogado por una identidad más abierta e inclusiva, que refleje la diversidad de la sociedad actual.

A lo largo de las últimas décadas, se han desarrollado diversas iniciativas para promover la cultura y la identidad madrileñas. Se han creado instituciones como la Casa de la Comunidad de Madrid, que alberga exposiciones y actividades culturales. Se han impulsado programas educativos para difundir la historia y las tradiciones de la región. Y se han fomentado las expresiones artísticas y culturales propias de Madrid, como la música, el teatro o la literatura.

La creación de la Comunidad de Madrid se vivió como una oportunidad para construir una sociedad más justa, solidaria y próspera. La autonomía debía servir para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, para garantizar el acceso a los servicios públicos esenciales y para promover la igualdad de oportunidades.

En las primeras décadas de la autonomía, se produjeron avances significativos en ámbitos como la educación, la sanidad o las infraestructuras. Se construyeron nuevos hospitales, colegios e institutos. Se amplió la red de transporte público y se mejoraron las carreteras. Y se desarrollaron políticas sociales para proteger a los colectivos más vulnerables.

Sin embargo, con el paso del tiempo, han surgido nuevos desafíos y problemas que han puesto a prueba la capacidad de la Comunidad de Madrid para garantizar el bienestar de sus ciudadanos. La crisis económica de 2008 tuvo un fuerte impacto en la región, provocando un aumento del desempleo y la pobreza. La creciente desigualdad social ha generado tensiones y conflictos. Y la pandemia de covid-19 ha puesto de manifiesto las debilidades del sistema sanitario y social.

Han pasado casi cuatro décadas desde aquel pleno municipal en San Sebastián de los Reyes. La Comunidad de Madrid ha experimentado una profunda transformación en este tiempo. Se ha consolidado como una de las regiones más dinámicas y prósperas de España, atrayendo inversión, talento y turismo. Sin embargo, también han surgido nuevos desafíos y problemas que requieren una atención urgente.

En los últimos años, la política madrileña ha estado marcada por la polarización y el enfrentamiento. La actual Presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha adoptado un discurso populista y confrontativo, centrado en la crítica al Gobierno central y en la defensa de los intereses de una parte de la sociedad madrileña. Esta estrategia le ha permitido obtener una amplia base de apoyo electoral, pero también ha generado una profunda división social y ha desatendido los problemas reales de la comunidad.

Como escritor y ciudadano comprometido, me preocupa la deriva que ha tomado la política madrileña. La Presidenta Ayuso parece más preocupada por su proyección nacional que por la gestión de los asuntos de la comunidad. La sanidad pública se encuentra en una situación crítica, con largas listas de espera y falta de personal. La educación pública sufre recortes y la desigualdad social aumenta. Mientras tanto, el Gobierno regional se dedica a hacer propaganda y a confrontar con el Gobierno central, en lugar de buscar soluciones a los problemas reales de los madrileños.

La historia de la Comunidad de Madrid es una historia inacabada. A lo largo de las últimas décadas, hemos vivido momentos de progreso y esperanza, pero también momentos de crisis y desencanto. La autonomía ha traído consigo avances significativos en la calidad de vida de los ciudadanos, pero también ha generado nuevos desafíos y problemas.

Hoy, la Comunidad de Madrid se encuentra en una encrucijada. La polarización política, la desigualdad social y la falta de liderazgo amenazan con socavar los logros alcanzados en las últimas décadas. Es necesario un cambio de rumbo, una apuesta por la unidad, la solidaridad y la responsabilidad.

Los madrileños merecemos una política que esté a la altura de las circunstancias, que sea capaz de afrontar los desafíos del futuro con visión de Estado y compromiso social. Necesitamos líderes que escuchen a los ciudadanos, que busquen soluciones a los problemas reales y que trabajen por el bien común.

La nostalgia por aquel pleno municipal en San Sebastián de los Reyes se mezcla hoy con la preocupación por el presente y el futuro de nuestra comunidad. Confío en que los madrileños sabremos recuperar el rumbo y construir una sociedad más justa, solidaria y próspera. La historia de la Comunidad de Madrid está aún por escribir, y es responsabilidad de todos nosotros hacer que sea una historia de éxito y progreso para todos.

No podemos permanecer impasibles ante la deriva que ha tomado la política madrileña. Es hora de que los ciudadanos alcemos la voz y exijamos un cambio. Debemos exigir a nuestros representantes políticos que actúen con responsabilidad, que antepongan los intereses de la comunidad a sus ambiciones personales o partidistas.

La Comunidad de Madrid necesita un nuevo liderazgo, un liderazgo que sea capaz de unir a la sociedad, de afrontar los desafíos del futuro con valentía y determinación. Un liderazgo que apueste por la educación, la sanidad, la cultura y la protección del medio ambiente. Un liderazgo que promueva la igualdad de oportunidades y la justicia social.

Es hora de que los madrileños recuperemos la ilusión por el futuro. La autonomía no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar una sociedad mejor. Debemos trabajar juntos para construir una Comunidad de Madrid más justa, solidaria y próspera, una comunidad donde todos los ciudadanos tengan la oportunidad de desarrollar su potencial y de vivir una vida digna.

El legado que dejemos a las futuras generaciones dependerá de las decisiones que tomemos hoy. Debemos ser conscientes de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos. La Comunidad de Madrid es un proyecto colectivo, un proyecto que debemos construir entre todos.

No podemos permitir que la polarización política, la desigualdad social y la falta de liderazgo nos condenen al fracaso. Debemos apostar por la unidad, la solidaridad y la responsabilidad. Debemos trabajar juntos para construir una Comunidad de Madrid que sea un ejemplo de progreso y convivencia para el resto de España y del mundo.

El recuerdo de aquel pleno municipal en San Sebastián de los Reyes me llena de esperanza. Aquel día, los madrileños demostramos que somos capaces de superar las diferencias y de trabajar juntos por un objetivo común. Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar ese espíritu de unidad y compromiso.

La historia de la Comunidad de Madrid está aún por escribir. Hagamos que sea una historia de éxito y progreso para todos.

Tresjuncos, 28 de diciembre de 2024

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