‘El mayor espectáculo del mundo’

16 de julio de 2024
3 minutos de lectura
'El mayor especáculo del mundo' (1952). | Fuente: Film Affinity.

El mayor espectáculo del mundo fue una película que ganó el Óscar a la mejor película en el año 1953.

Su argumento se desarrollaba en un magnífico circo, donde el director cinematográfico desnudaba las vidas personales de los actores y nos adentraba en su lucha personal al mostrarnos sus habilidades en todas las materias que se exponían en los espectáculos diarios, y lograba hacernos vivir sus propias peripecias como si las estuviéramos viviendo junto a ellos en el mismísimo circo.

Todos los que vimos esa estupenda película nos sentíamos casi formando parte de ella, acompañando a aquellos buenísimos artistas de circo que nos hicieron sentir toda la emoción que se vivía junto a aquel extraordinario elenco de profesionales, capaces de crear las mejores fantasías con sus enormes habilidades, gracias a la imaginación portentosa de su director.

El drama y el desgarro de aquellos personajes lo plasmó con toda la crudeza de sus vidas, llenas de luces y sombras.

Sus traslados los realizaban recorriendo kilómetros por carreteras muy malas o ferrocarril, y así acercaban todo su espectáculo a las gentes deseosas de sentirlos y vivirlos.

Hoy en el siglo XXI disponemos de un escenario fabuloso en nuestra Piel de Toro, con numerosos artistas, y sus actuaciones las exponen para ser vistas y comentadas por un conglomerado de países, desde ese lugar de privilegio.

Había sido creado muchos años atrás, pero ahora lo está exponiendo y desarrollando un director con múltiples comparsas, poniendo en marcha un gran espectáculo, con unas enormes expectativas llenas de vanidad, solo pensadas para su prestigio y gloria.

Lo ha creado para demostrar a todo el mundo que él presentará lo mas difícil todavía, que es un eslogan típico del circo, y así dar a conocer al mundo sus grandes obras y habilidades desde un escenario único e irrepetible.

Cambian el espectáculo a diario, pero no llegan al esplendor de aquellos artistas de antaño, cuando se mostraban ante el público con un estilismo lleno de fantasía y buen gusto. Se esforzaban en crear un buen ambiente, como respeto al público y a ellos mismos.

Hoy, este requisito no se cumple, y en este gran foro hispánico se pasean por los escenarios sin guardar algunos las reglas mínimas del saber estar.

Sus maneras se vieron en sus primeras actuaciones un tanto desprovistas de una adecuada forma de vestir por respeto al lugar donde se exponían y al público que esperaba una buena representación.

Hoy no respetan sus tiempos de actuación y se pisan unos a otros, así que los tienen que cubrir esos maravillosos payasos que siempre están al “quite” para regocijo del público.

En esos casos, la gente no suele salir decepcionada, pues evitan los abucheos, insultos y palabras mal sonantes.

En esos lugares, nunca antes se expresaban tan faltos de un diálogo productivo e inteligente, más bien cuidaban las formas de expresión, siempre por respeto a los demás.

Estos, los nuevos, se dedicaron a borrar los libretos anteriores que fueron escritos por profesionales muy preparados, cultos, respetuosos y con buenos proyectos para que todos los espectadores no pasaran de un sobresalto a otro sin ningún control al no estar expresados en sus programas.

Los actores de hoy firmaron sus contratos sin temblarles la mano, estaban deseosos de hacerlo a pesar de firmar su adhesión inquebrantable a todo lo que se representase en el escenario. Sin criticar jamás ninguna actuación por muy disparatada que fuese.

Ahora, hace unos meses para estupor de todos los espectadores, han contratado a unos “trapecistas” que actúan sin red, desde la máxima altura. Todos los presentes a las funciones no dan crédito al enterarse que estos tipos no tienen límite, además han sido impuestos por el director.

Han añadido al espectáculo a los mejores trileros que hacen de su arte escuela para esos vagos, aprendices a pillos.

El número más comentado del espectáculo lo protagoniza el magnifico tahúr de las cartas, domina todas las barajas, la mejor, la española, pero le da igual una que otra, francesa, alemana, japonesa, le valen todas. Es la actuación estrella de la noche y el público la espera con gran expectación.

El hipnotizador es digno de verlo, su entrada es triunfal, vestido impecable mirando a los presentes con mucha superioridad y a las cámaras aportando su mejor lado. Se hincha como un pavo, engola la voz y lanza una nueva perorata en cada espectáculo alzando la voz, sintiéndose muy orgulloso y crecido consigo mismo.

Sus actuaciones son dignas de estudio y será uno de los personajes que pasará a la historia de La Piel de Toro, como un director de pista irrepetible, por su arte en el fraude, como falso hipnotizador, como trilero incansable sin bolita, como tahúr tramposo de taberna y como el mejor embaucador de mentes, carente de cualquier escrúpulo o empatía.

Los que sí pasaron con honores por la historia del Séptimo Arte, incluso de nuestras vidas, por los maravillosos momentos que nos hicieron vivir, fueron el director Cecil B. DeMille, y el protagonista de esa magnifica película Charlton Heston.

6 Comments

  1. Pero que metáfora más divertida No perdamos el sentido del humor prefiero reír a llorar que es para lo que está la cosa A este circo no le crecen los enanos pero que suerte tienen los muy ……..

  2. Algunas veces he comparado a estos que tratan de gobernar, con un circo, pero nada más lejos, el circo es algo muy serio es como una institución, no es una gran carpa, es una gran familia, cuidan los unos de los otros y el director…. de todo y de todos. Los que dicen gobernarnos van cada uno a lo suyo, a ver quién mete más la pata y quien se gana el sueldo más alto o lo que sea. El director?? Y ahora que os digo? cuando deje de pensar en él mismo, en lo listo que es… y más cosas, no sabrá donde esconderse, aunque creo que le dará exactamente IGUAL!!!

  3. La gran diferencia entre un espectáculo que con gran gusto pagas por ver y otro bien distinto que ni pagando te libras de verlo a diario y encima sabiendo que no será la última función.
    Pero es lo que tiene cuando no se dedica cada uno a lo suyo. Efectivamente todos ellos serían excelentes actores de circo, y en cambio les han hecho un contrato a jornada completa y sin que tengan que presentar currículum para que nos lleven las cuentas de todo un país. A este ritmo nos llevarán a la ruina y los que tendremos que hacer “acrobacias” seremos nosotros para poder ganarnos el pan. Gracias por tu paradójico artículo que nos demuestra una vez más que la realidad siempre supera a la ficción. Ojalá fuera solo eso, un espectáculo.

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