MARISA GARVIA
Al principio no lo creía, pero es cierto: “Tener un perro marca la diferencia”, dije, mientras observaba cómo la luz se reflejaba en la vieja correa que colgaba de la puerta.
Al principio, es solo un perro, te dices a ti misma. Una cosa más que cuidar en un mundo que ya exige demasiado. Pero luego se abren camino. Poco a Poco te muestran partes de ti mismo que ni siquiera sabías que existían.
Las partes más blandas. Las partes pacientes. Las partes que necesitaban que alguien se sentara a tu lado sin pedir nada a cambio. Lo notas más en los días en que la vida se siente demasiado pesada. Están ahí, esperando, mirándote como si todavía valieras algo, incluso cuando no estás tan segura de ti misma.
Te recuerdan cómo seguir adelante, no con palabras o grandes gestos, sino simplemente estando ahí, firme, presente e inquebrantable por cualquier tormenta en la que te encuentres.
Y esa es la diferencia. No te arreglan, pero te recuerdan que tal vez no necesites que te arreglen. Que tal vez el amor, en su forma más simple, es todo lo que necesitas para volver a sentirte humano. Y es un tipo de amor que no se olvida. Del tipo que se queda contigo mucho después de que se han ido…
Texto Marisa Garvia. Ilustración Rafael Bonacasa
Efectivamente; los que tenemos o hemos tenido mascotas sabemos muy bien lo que significan en nuestras vidas. De que forma asociamos los momentos en los que estuvieron presentes, y la profunda tristeza que dejan con su partida. Excelente texto. Felicidades a su autora.
el amor.imperecedero
es el mejor.
Incondicional
los perros te recuerdan como salir adelante. eso es verdad