Hoy: 23 de noviembre de 2024
El Gobierno de Pedro Sánchez, a través de su multiministro y mano derecha ejecutora Félix Bolaños, está esparciendo por doquier la idea, a modo de confidencia, de que hay “una conspiración” judicial para torpedear la ley de amnistía. Cita a personas relevantes a La Moncloa y no se reprime al dar incluso nombres de jueces del Tribunal Supremo, del Consejo del Poder Judicial y de la Audiencia Nacional como abanderados de esa “conspiración”. Pues lo llama así, conspiración.
Las filiaciones se las ha debido chivar el brujo mesiánico Puigdemoint en su marciana idea de que aquellos visionarios que ven delito en lo que él ha hecho están ideologizados, el lawfare. Y sea o no así, que diría Bolaños, lo que diga Carlas es lo que vale. El prófugo les tiene ensimismados. A él le deben el sillón y saben que no le gusta que le llamen Carlos. O, de lo contrario, su posatrasero presidencial se le tornaría muy efímero.
Bolaños da nombres. Lo vende como si fueran ogros malvados. Menciona a Pablo Llarena, a Manuel Marchena, a Manuel García Castellón, a Carmen Lamela…Es tal el deseo de poder que desprende Pedro Sánchez que acercarse a la mente de su delfín Bolaños es descubrir, por telepatía, el absurdo secesionista de que hay jueces lawfare, esto es, que ven delitos donde los propios delincuentes, solo ellos, ven política lawfare.
Tras el terremoto desatado en el Congreso y en Europa por la diputada independentista Míriam Nogueras al acusar, con sus nombres, a los jueces que ella cree ideologizados, y el consiguiente mutismo del Gobierno, llama la atención lo que hizo Bolaños hace dos días. Citó a Marchena, a Llarena y al expresidente del Poder Judicial Carlos Lesmes en La Moncloa para decirles que el Gobierno defenderá la independencia judicial. Los pone a parir en privado y luego los adula en persona.
Más seudoverdades de un Gobierno al que prácticamente toda la carrera judicial se le ha levantado en defensa de sus colegas; y también para denunciar los puntapiés que da Sánchez a la división de poderes. Porque no se conforma con un sillón, ha dictado su propio exprópiese contra la justicia. Así es Sánchez, una cortina del mal.
Sus socios independentistas le tienen sorbido su hedonista cerebro y le inoculan chutes de poder para convertirle en un miope consentidor de las evidencias de aquellas delictivas imágenes de 2017 en la Barcelona del procés, que él mismo censuró en su día. La de sus socios Puigdemont y Rufián. Aunque para Sánchez, sillón mediante, allí no hubo nada.
Porque todo aquello fue amor político, pedradas de pasión a más de 1.000 policías y guardias civiles sadomasoquistas heridos. Y dinero a espuertas desviado para alimentar la independencia. Sánchez quiere que la magia de la amnistía evapore todo. Y solidifique su trasero al sillón que reparte cargos y prebendas.
Los tristemente famosos CDR, con actuaciones filoterroristas, los acosos a hoteles que acogían policías, los disturbios, colapsos… y lo que es aún más grave: segar la soberanía popular declarando la independencia, por bemoles, todo ello solo fue amor.
Para el Sánchez de ahora, el que otrora hablaba de rebelión y luego se cargó la sedición y la malversación, jamás hubo delitos; si ahora los viera, sabe que no vería sillón.
Da igual que encaje o no en la Constitución la Ley de Amnistía, Sánchez ansía poder, y si hay que extender una cortina a la ley, la expande; y si hay que imponer la amnistía, proscrita por todos ellos antes de las elecciones, lo mismo. A este hombre se le va la olla con el poder: lo emborracha. Este es Sánchez. Pasarán muchos años, si es que pasan, antes de que en España surja otro tipo así.
Se le llena la boca, no tiene otro discurso, en todo caso ninguno creíble, acusando a Vox de ultraderechismo, y, en cambio, la cierra y se asocia con el comunismo más casposo y obsoleto y con los pistoleros etarras, a los que ha entregado Pamplona tras haber sacado de allí a la Guardia Civil de tráfico.
A falta del fallecido ex fiscal general José Manuel Maza, gran artífice de la batalla judicial contra los delincuentes secesionistas, los jueces señalados-apuntados por Bolaños en su doctrinilla secreta, sin ni una prueba, son precisamente los que han castigado las acciones de los rebelde independentistas.
La actuación de Bolaños invitando a La Moncloa a Marchena y Llarena es la de un iscariote que solo busca la foto de la mentira, porque mientras con una mano extiende la supuesta conspiración que anida en su mente y señala objetivos, con las otra los cita para regalarles el oído. ¡Bolaños, define cinismo!
Y es que a este adlátere de Sánchez, que ahora es ministro de Justicia, entre otras carteras, alguien le ha dicho que el Supremo estudia plantear ante el Constitucional la legalidad de la amnistía. Y que, a la vez, el mismo tribunal puede dejar en suspenso su entrada en vigor si plantea ante la justicia europea otra cuestión tendente a que se indague si la normativa comunitaria permite que los mismos beneficiarios redacten una amnistía que borre de la faz de la tierra delitos que todo el mundo vio en riguroso directo. Es decir, si el legislador Puigdemont puede autoamnistiarse con sus solo 7 votos a cambio de mantener a Sánchez en su zona de confort con el Falcon, que es lo único que le pone a un presidente que nunca ganó unas elecciones y al que se la trae al pairo darle a la máquina del dinero clientelar. También le han dicho a Bolaños que otra cuestión que puede interponer el Supremo sería que Europa se pronuncie sobre si una ley de amnistía puede contener un artículo que vete a los jueces su análisis y la eventual paralización de su aplicación.
Es decir, minar la necesaria fiscalización entre sí de los principales poderes del Estado. Pues a esto llama democracia y progresismo Pedro Nicolás Sánchez Maduro.