Llanto desconsolado de una perrita adoptada para que no la separen en un centro de acogida de su amigo Donete, un gato vagabundo
Érase una vez… En una casa del Albaicín, Alicia y su pareja Juanjo estaban muy tristes porque había muerto su mascota, Chula, con la que habían convivido durante dieciséis años.
Su partida dejó la casa tan vacía como se sentían ellos sin sus juegos, travesuras y sin la compañía fiel de quien fue parte de la familia. No acababan de acostumbrarse a que Chulita, como la llamaban, no andorrease por los pasillos de la casa o se recostase en los pies mientras veían la tele.
Pasaron algunos meses y el dolor no desaparecía. Alicia y Juanjo no se plantearon tener un nuevo amigo peludo porque sabían que nada podría sustituir a Chulita, hasta que un día, curioseando en páginas de mascotas en Internet, Alicia se encontró con la página web de la organización Ladridos Vagabundos, dedicada al acogimiento y cuidado de animales abandonados.
En una nave
De pronto le saltó la referencia de una perrita sin hogar llamada Bella, de la que no se sabía muy bien la edad, pero sí que había pasado mucho tiempo sin dueño en una nave sucia en la que convivía con una camada de gatos.
De allí fueron rescatados para llevarlos al centro de acogida con la esperanza de que alguien les diese una vida mejor. En el momento de la captura, Bella se acurrucaba para protegerse junto a uno de los felinos, de aspecto grandote, de pelo gris y manchas blancas.
Alicia le enseñó la fotografía que aparecía en la web a Juanjo. Bella, a pesar de su nombre, era un poco canija y despeluchada, aunque ese aire descuidado y enclenque de quien no ha nacido en cuna de pedigrí, debilitada por la obligación de luchar por sobrevivir, despertaba más la ternura y la necesidad de quererla.
Conquistados
Pensaron que el mejor homenaje que podían hacerle a Chulita era adoptar a otra compañera de vida y ya lo tenían claro. Si al regresar de un viaje que debían hacer seguía sin hogar, se quedarían con ella.
Estaba decidido y más cuando a su vuelta visitaron el lugar y se encontraron con la mirada de aquellos ojos pequeños y chisposos durante un instante mágico que los conquistó de por vida.
Para la perrita empezaba una nueva vida junto a sus amigos, pero Alicia y Juanjo empezaron a notar que algo pasaba, que algo le sucedía a su mascota. Era muy cariñosa, pero estaba triste, no se la veía con la alegría de quien ya lo tenía todo y sobre todo un hogar.
Cuando la sacaban a la calle se mostraba asustadiza y nerviosa, temblaba… ‘Lloraba’ con frecuencia y cuando salían y Bella se quedaba en casa los ladridos no paraban, tanto que los vecinos alertaron de ello a sus dueños.
No se daban por vencidos y probaron a dejarla con la tele puesta, con las luces de la casa encendidas, con la terraza abierta… Pero nada daba resultado. El ‘llanto’ de Bella era desolador.
En compañía de gatos
Desconcertados, acudieron a la asociación de acogida para explicarles el problema y ver qué podían hacer, y allí uno de los cuidadores recordó que la perrita había pasado la mayor parte de su vida en compañía de gatos, y en especial mantenía una estrecha relación con uno de ellos. Preguntaron por los mininos y el cuidador dijo que sí estaban y entre ellos el mejor amigo de Bella.
Alicia y Juanjo se miraron y pensaron que no perdían nada en adoptar a Donete, que así lo llamaron, y juntarlos de nuevo.
Iban a probar y ver si lo que le pasaba a Bella era que echaba de menos a su buen amigo. La tarde que el cuidador apareció en la casa con el trasportín, estaban nerviosos y expectantes. Cuando lo abrió y Bella se encontró de frente a Donete ‘se abrazaron’ literalmente y se revolcaron jugando, empezaron a lamerse…
Como locos
La perrita y el gato estaban como locos, no se separaban, se hacían arrumacos. Después de algún tiempo se habían vuelto a encontrar y parecía que, ahora sí, ya sería para siempre.
A partir de ese día cuando Alicia y Juanjo se van al trabajo o salen, Bella y Donete se quedan juntos en su manta-cama del salón y se duermen enroscados, y cuando están en casa juegan a perseguirse, a robar la pelota o a probarse cariñosamente sus fuerzas. Donete siempre gana, pero a Bella no le importa. Es su mejor amigo. La perrita no ha vuelto a llorar y ha dejado de temblar.
Y colorín… Ahora, Alicia, Juanjo, Bella y Donete son felices y se cuidan unos a otros en una casa del Albaicín.