El código torenzano de Caperucita feroz

9 de diciembre de 2025
3 minutos de lectura
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«No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el color de la justicia.» – Montesquieu

Sinopsis

Los invito a recorrer la República de Torenza, un país imaginario donde los cuentos de hadas han sido reescritos como ley. En este nuevo orden, Caperucita –la legisladora iracunda– ha creado un código normativo que invierte los roles de poder: el lobo es esquilmado y condenado, no por sus actos, sino por desconocer su naturaleza. En este artículo, disecciono el código torenzano de Caperucita feroz para advertir sobre el peligro de las leyes de género que, impulsadas por una ideología cuestionable, destruyen la jerarquía normativa de Hans Kelsen, suprimen el in dubio pro reo y tienen como propósito la aniquilación social de la figura masculina. Es una crítica a la tiranía legal que confunde la justicia con la venganza y sacrifica el derecho en el altar del resentimiento.

Existe en el mapa del absurdo jurídico un lugar que bien podría ser una alegoría de nuestros tiempos: la República de Torenza. En Torenza, los antiguos cuentos populares no son meras fábulas, sino documentos fundacionales de su legislación. Aquí, Caperucita Roja ya no es la víctima ingenua, sino la figura del legislador iracundo (sea hombre o mujer) que, impulsado por una ideología cuestionable, ha tomado la pluma y la tinta para reescribir la noción misma de justicia. Su misión es clara: esquilmar, hasta el último ápice de su dignidad, a cualquier ‘lobo’ que ose cruzar su bosque.

La base de este nuevo orden social en Torenza son sus infames «Leyes de Género,» un cuerpo normativo que no busca la equidad, sino la inversión del agravio histórico a través de la tiranía legal. Estas leyes no solo son anti-hombres, sino que parecen haber sido diseñadas con un propósito que trasciende lo punitivo: la destrucción de la figura masculina tal como fue concebida, relegándola a la categoría de ciudadano de segunda.

El elemento más aberrante del código de Caperucita es la derogación práctica del principio de presunción de inocencia y la flagrante violación de la jerarquía normativa que rige el ordenamiento jurídico de Torenza. La Constitución, guardiana de los derechos, consagra el principio fundamental in dubio pro reo (en la duda, a favor del reo), pero las Leyes de Género han colocado una norma de rango inferior por encima de la Carta Magna, estipulando que, en caso de duda, el favor siempre recae en la mujer. De esta forma, el principio in dubio pro femina se erige como un arma legislativa que anula la seguridad jurídica y, al despreciar la estructura piramidal del Derecho postulada por Hans Kelsen, desmantela el Estado de Derecho. En Torenza, el varón es culpable por el solo hecho de ser varón. El rol natural y civilizatorio de la ley, que es el de defender al inocente y exigir la prueba al acusador, se invierte perversamente. En este sistema, el hombre debe cargar con el peso de la sospecha desde el momento en que cruza la puerta de un tribunal, obligado a demostrar una inocencia que la ley ya le ha negado a priori. Es él quien debe despojarse de su capa de sospecha para exponer su verdad, mientras que la acusación se valida con la simple expresión de un agravio, sin la necesidad del rigor probatorio que exige el Estado de Derecho.

El lobo de Torenza, el hombre, es despojado no solo de sus derechos procesales, sino de su misma identidad. La ley lo castiga no por sus actos, sino por desconocer su naturaleza. Se concibe un marco normativo con el propósito perverso de desmantelar, pieza por pieza, la masculinidad, transformando el derecho en una herramienta ideológica que busca el exterminio social del varón. Las Leyes de Caperucita no son justicia; son venganza fría, vestida de toga y amparada por un sesgo que confunde la reparación histórica con el nuevo despotismo.

La ley, para ser justa, debe ser ciega. Debe juzgar actos, no categorías. El día que una legislación abandona la neutralidad para legislar con el ojo puesto en el género, la raza o la clase, deja de ser derecho para convertirse en un mero instrumento de facción. El modelo Torenzano nos sirve de funesta advertencia: cuando se permite que la Caperucita Misándrica redacte las leyes, la inocencia se vuelve un delito y el principio de justicia se sacrifica en el altar de la ideología.

«La justicia no consiste en cambiar de lado la injusticia.» – Albert Camus

Doctor Crisanto Gregorio León

Profesor Universitario

Abogado

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