Noticias del ‘telemundo’

9 de marzo de 2025
7 minutos de lectura
El mundo audiovisual. | EP
RAFAEL FRAGUAS

El desdén de los poderes políticos, económicos y financieros hacia el Pensamiento en general y las Humanidades en particular está dando ya sus tóxicos resultados

El mundo audiovisual requiere una remoción a fondo a escala planetaria. Empecemos por aquí: sus contenidos informativos, cinematográficos y de entretenimiento, dejan en España mucho que desear. Sobre todo, merced a que consecutivas autoridades culturales los han convertido en sí mismos y al parecer, en el único vector cultural relevante; como si la Literatura, el Arte, la Filosofía, la Historia, la Poesía y la Ciencia pese a formar parte sustancial de la Cultura, apenas figuran en sus contenidos diarios y, si lo hacen, son relegados a programas en horarios sin audiencia.

El desdén de los poderes políticos, económicos y financieros hacia el Pensamiento en general y las Humanidades en particular, fruto también de la propia incultura de sus integrantes, está dando ya sus tóxicos resultados: cada vez es más difícil encontrar un español, joven o adolescente, capaz de manejar un léxico superior a las 100 palabras. En sus rangos impera el monosílabo. Y eso que se trata de las generaciones “mejor preparadas” de todos los tiempos.

Por cierto, qué chirriante impresión causan algunos periodistas/locutores de radio o televisión, con millones de escuchantes, cuando tan reiteradamente pronuncian “dorcientas “ o “docientas”, o bien repiten hasta la saciedad latiguillos tales “como no podría ser de otra manera”, “sí es sí”, “poner en valor”, “lo que es”, o el colmo del retruécano gabachizante, “es por esto por lo que”, en vez de optar por el sencillo “por esto”. Por no mencionar el ominoso “la asesinó con sus propias manos…”

Claro que, todo efecto tiene su causa. Cada vez se lee menos por lo cual, cada día se habla peor. Es una lástima pues el lenguaje, que caracteriza a la especie humana, nos aproxima a mundos extraordinarios de abstracción y belleza, desde el del humor, hasta el poético, el científico o el meramente coloquial. Parece haber desaparecido de la faz de la Tierra la figura del contador de historias que, con la amenidad que la experiencia y la maestría procuran, hacía las delicias de niños, jóvenes y adultos.

Narrar, relatar, contar… qué bellos verbos, cuántas historias alumbraron. Y los poetas, alarifes de esa forma suprema del conocer, cuántos sentimientos y pasiones ensalzaron o amansaron, cuántas emociones despertaron, verdaderos dones regalados a quienes, con unción, otrora los escuchaban.

Los poetas y miles de novelistas jóvenes están condenados hoy, en el mejor de los casos, a la autoedición, si tienen dinero suficiente para afrontarla. Y ello se lo deben a que las editoriales se han quedado sin editores ni lectores, aquellas personas con criterio que velaban por la calidad literaria de lo escrito y recomendaban la publicación de lo mejor.

Ahora, son expertos en mercadotecnia, semianalfabetos culturales, quienes les sustituyen y dirigen auténticas factorías librescas obsesionadas con la tasa de ganancia y el beneficio crematístico inmediato a costa de lo que sea. No son capaces de pensar que devastando la flora cultural que la buena Literatura, el buen Arte, la mejor Traducción, hacen germinar, su negocio, más temprano que tarde, desaparecerá.

No digamos nada de los gestores de las televisiones: se muestran incapaces de contratar creativos que generen ideas propias y programas innovadores por lo que recurren a la compra, carísima siempre, de ideas importadas, propias de latitudes con un bastidor de valores que rechinan por estos lares hasta que son naturalizados, deglutidos y, generalmente, mal defecados por el personal en presencia.

Mención aparte merecen los programadores de espacios cinematográficos: ¿es que ningún responsable con mando en plaza sobre las cajas tontas o de las potentes productoras se percata de que la cuota de violencia asesina que exhala de tantas cadenas de televisión, deshumaniza la sociedad, adolescentes y niños incluidos, a la que se condena, sin alternativa alguna, a contaminarse con ella cada tarde? ¿Qué es eso de promocionar gratis total desde televisiones públicas los videojuegos, la música o determinados best sellers?

Destrozos frente a bicocas

La tecnologización de nuestras vidas está causando demasiados destrozos con respecto a las bicocas prometidas por la clase tecnofílica dominante. De momento, ella es quien detenta el poder de neutralizar toda crítica adversa por haber devenido su concepción de la tecnología en el nuevo Moloch al que debemos rendir todos ciega pleitesía: ha logrado romper entre la juventud cualquier posibilidad de concentración mental, a la hora de interpretar todo tipo de texto escrito: la obsesión telefónica y gusapera lo ha conseguido.

Esa cortedad de los mensajes, esa inmediatez tan asfixiante, ha logrado erradicar en las mentes juveniles las ideas de espacio y de tiempo, simultaneidad y sucesión, las verdaderas muletas con cuyo apoyo se ha desplegado la Cultura humana desde la Antigüedad hasta nuestros días. Para reemplazarlos aparece un magma virtual donde todo es erradicado para dar paso a Don Dinero, hijo de Don Capital, la única magnitud virtual realmente existente. Hoy ya ni el espacio ni el tiempo cuentan; se han desvanecido.

Ello implica que la experiencia humana, la Historia, tampoco cuenta por lo cual, la posibilidad de repetir tantos errores como nuestra contemporaneidad contempló -dos guerras mundiales, centenares de conflictos armados, matanzas, hambrunas, exilios, genocidios… hasta hoy mismo- pueden verse repicados otra vez a una escala desconocida dado el incontrolado mercado de las armas, más el rampante mercado de contravalores que tiene en el odio al débil el arco de bóveda de sus “principios”.

Mirar hoy hacia América del Norte es llorar: ¿cómo un patán de tamaños poderes, es capaz de proponer la conversión de la martirizada Gaza en un ressort de playa, previa erradicación de sus tierras ancestrales de nada menos que a dos millones de palestinos, ya alanceados salvajemente por la artillería y los drones las Fuerzas Desalmadas de Israel? ¿Comerse ahora a estas alturas a Canadá, humillar a México, ningunear a Europa y hurgarle en la entrepierna al gigante chino? Más que inaugurar para Estados Unidos una Edad de Oro, parece proponer un regreso a la Edad de Piedra de su país y del mundo. Claro que Donald Trump procede de los reality shows, que con tanta prodigalidad él tan gozosamente protagonizó y financiaba. Algo tendrá que ver la subtelevisión que él fomentaba con el perfil de engendro amoral resultante de sus saraos ante las cámaras.

Qué decir aquí de las cadenas públicas de televisión estatal y regional, con plantillas numerosas, cuyos directivos se dedican a subcontratar la mayor parte de sus programas a productoras privadas; son las mismas que se forran a costa de mantener de brazos cruzados a aquellas plantillas copiosas de manera tan humillante ninguneadas, además y sobre todo, a costa del dinero de los impuestos de aquellos que creemos en la primacía de la esfera de la vida pública por sobre la respetable, pero minoritaria, esfera de la vida privada.

Dan vergüenza ajena los publirreportajes, camuflados como información, dedicados a promocionar películas, videojuegos o discos, siendo las discográficas uno de los vectores del mundo del entretenimiento considerados entre los más vulnerantes en presencia; y son así tildados por ser creadores enmarañantes de redes clientelares a costa de sobornar directa o indirectamente a directivos de cadenas que al poco, se reservan puestos directivos en las cúpulas de las discográficas o productoras sobornadoras. Eso sí, antes se han emitido al mercado apologías directas de alguna droga, por ejemplo, del éxtasis, como en aquella ruidosa canción que sonaba de esta manera “exta sí, esta no, exta sí que me la tomo yo…”

De la Publicidad

Atención especial ha de recibir la Publicidad, cuyos contenidos, hasta hace bien poco, se decidían en torno a una mesa de mús entre los cuatro monopolistas del sector. Algo más diversificada hoy, la metodología es la misma: que se trata de promocionar a tope la confección elaborada por niñas y mujeres super-explotadas del Cuarto Mundo, pues se publicita; que anunciamos perfumes para caballero, colóquese tras cada frasco una dama de buen ver, preferiblemente en paños menores y que se deslice casi siempre patinando -quién sabe por qué razón- para abrochar el anuncio; que hay que dar salida a los coches eléctricos, pues ocultemos el número y enclave de los escasos puestos de alimentación eléctrica.

Comoquiera que los productos de todo tipo no tienen por sí mismos la capacidad de acreditarse, los publicitarios solían recurrir a medios informativos veraces para en ellos anunciarse, de manera que el producto en cuestión se colgaba de la verdad del medio y conseguía su acreditación. Hoy, al desaparecer las certezas informativas en medio de la nube tóxica de los bulos, la Publicidad se enfrenta a su desaparición anunciada. Pero, para impedirlo, se dedica a la extracción de datos nuestros de todo tipo mediante los malhadados cookies, con los cuales elaboran perfiles que calibran nuestros gustos y con ello se nos bombardea en los medios digitales hasta el hartazgo, impidiendo concentrar nuestra atención en lo leído.

La rueda sigue adelante. Al poco, esos perfiles serán imprescindibles para ganar elecciones: saben cómo somos y qué queremos. Y nos lo ofrecerán a través de plataformas que monopolizan la distribución de la información y pertenecen a milmillonarios, algunos de ellos imbéciles voluntarios con muelles saltarines en el trasero, tupé o motosierra, y que dada la idiocia expandida por todo el montaje descrito, trepen hasta la cúspide del poder político avalados, no por su cultura, su humanidad o merecimiento alguno, sino más bien por votos trucados con nuestros datos, para fomentar el descerebramiento generalizado por ellos inducido.

En fin. Alea jacta est. La suerte está echada casi del todo, a tenor de lo que nos viene dictado por la hegemonía infracultural del Telemundo allende la mar oceana y de lo que aquí se imita de aquel corrupto y declinante poder imperial: el mismo que durante demasiadas décadas ha sido capaz de contaminar nuestras formas de vida, gustos y afecciones, merced a sus películas discos y shows televisivos.

Si se trata de buscar un antídoto, la Razón y el respeto al saber antiguo son la llave para contener tanta irracionalidad política como la que hoy anda suelta. Pero antes, habrá que organizarse y ser valientes para gritar ¡Alto!, confiando en el genio humano para sobrevivir ante tanta impostura.

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