El consumo excesivo de alcohol supone una de las tres principales causas evitables de muerte y de desarrollo de cáncer en personas menores de 55 años. Además, más de 150.000 ingresos hospitalarios al año y cerca del 15% de las consultas médicas en España tienen relación con el consumo de alcohol y con las patologías asociadas a su consumo excesivo.
Así lo ha asegurado el coordinador del Grupo de Alcohol y otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), el doctor Ignacio Novo. Además, señala que se sitúa entre las principales causas de atención en urgencias por intoxicaciones, junto con la cocaína y el cannabis.
En la Medicina Interna, “aproximadamente un 10% de los ingresos se relaciona con el consumo de alcohol. Por si fuera poco, las complicaciones derivadas de las enfermedades del hígado y las neurológicas son las de mayor complejidad y consumo de recursos“, ha explicado, durante la VIII Reunión del Grupo de Alcohol y otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
Dentro de los trastornos por consumo de alcohol el experto ha apuntado que se debe diferenciar “entre el trastorno adictivo en sí mismo y el daño orgánico inducido por el consumo de alcohol”. En muchas ocasiones, “coexisten ambos y el consumo de alcohol se relaciona con el desarrollo de más de 60 enfermedades diferentes, incluyendo varios tipos de cáncer“.
“El alcohol se sitúa como uno de los diez principales factores de riesgo de morbimortalidad global y es responsable del 5% del total de fallecimientos en el mundo. Es además una de las tres principales causas evitables de muerte y de desarrollo de cáncer en menores de 55 años”, ha aseverado.
Las complicaciones orgánicas más graves derivadas del consumo de alcohol abarcan desde el desarrollo de varios tipos de cáncer (como hepatocarcinoma, cáncer de páncreas o de esófago) a la aparición de enfermedades del hígado (como la cirrosis hepática, siendo el alcohol hoy en día la primera causa de desarrollo de esta enfermedad y, por tanto, la primera causa de necesidad de trasplante de hígado en el mundo), cardíacas (como la miocardiopatía dilatada) o neurológicas (como la encefalopatía de Wernicke).
La utilidad de las intervenciones breves sobre el consumo de alto riesgo en cualquier nivel de la atención sanitaria está claramente probada. No obstante, no es menos cierto que es “necesaria una actitud proactiva” y alto nivel de sospecha por parte de los profesionales sanitarios. Se estima que entre un 15 y un 20% de los pacientes hospitalizados por cualquier causa podría presentar un trastorno por consumo de alcohol, por lo que la detección del mismo durante el ingreso hospitalario debería ser una práctica de rutina.
En el momento actual, el arsenal terapéutico con aprobación para el tratamiento de los trastornos por consumo de alcohol cuenta con cuatro fármacos (nalmefeno, disulfiram, acamprosato y naltrexona), si bien existen otros fármacos con utilidad potencial, como la gabapentina o el baclofeno, que precisan mayor investigación. El desarrollo y puesta en marcha de unidades multidisciplinares que permitan un abordaje global y con seguimiento mantenido en el tiempo suponen, en todo caso, la “medida más eficaz” para un tratamiento exitoso de los trastornos por consumo de alcohol.
Los trastornos por consumo de alcohol pueden considerarse como procesos sistémicos, que interactúan con otras enfermedades y precisan de un abordaje global. Un médico internista tiene esta capacidad, pero estas situaciones pueden requerir del apoyo de otras especialidades médicas, como Psiquiatría, Digestivo o Neurología.
La utilidad de las unidades multidisciplinares en la eficacia de los tratamientos, cumplimiento terapéutico y mantenimiento de la abstinencia está sobradamente demostrada, más allá de los fármacos o esquemas de tratamiento que se utilicen.
Tal y como destaca el doctor Ignacio Novo, uno de los retos actuales es la dificultad para manejar las intoxicaciones y el policonsumo de sustancias de difícil detección. La necesidad de formación específica en este campo y la complejidad del abordaje de algunos pacientes provocan que en muchos centros se estén creando unidades multidisciplinares de toxicología clínica, lideradas por internistas, que permitan un abordaje global y eficiente de estas patologías.
La creación de este tipo de unidades, universalización de las mismas y reducción de la variabilidad en la práctica clínica diaria en el campo de la toxicología y adicciones son los retos fundamentales para el futuro más próximo.
Por último, se ha reiterado que “el papel del internista en este campo debe ser el de eje sobre el que gire toda la actividad”, ya que “el policonsumo de sustancias y los efectos tóxicos de las mismas a cualquier nivel del organismo hacen necesario un abordaje global y un nivel de conocimientos sobre la fisiopatología de diferentes enfermedades que un médico internista tiene y debe aportar”.
En este sentido, se ha recalcado que “la futura creación de unidades específicas de Toxicología Clínica debe ser, sin lugar a dudas, un nuevo campo de trabajo para los médicos internistas”.