Entretanto, en el inmediato y desbaratado palacio, Jacobo y María, los dos herederos al trono, disfrutaban distraídamente de una partida de ajedrez, ajenos a todo cuanto ocurría fuera de las cuatro paredes que conformaban sus aposentos.
Después de largo rato, el muchacho profirió un grito de victoria:
—¡Lo tengo! Alfil a G6. Jaque mate y fin del juego.
—¡Maldita sea! – exclamó María mientras recolocaba las piezas– ¿Otra partida?
Si en ese momento se hubiesen hallado dos plantas más abajo, habrían contemplado atónitos la hoja de acero que presionaba la garganta del rey; habrían sido testigos de cómo el verdugo la atravesaba de parte a parte con un movimiento experto. Y habrían presenciado la cabeza cercenada de su padre cayendo hacia atrás sobre un cesto de mimbre.
Pero, sin duda, lo que les habría dejado sin aliento habría sido la espantosa sonrisa que se dibujó en el rostro su hermanastro cuando se dirigió al resto de sublevados, apenas unos instantes después de perpetrar el asesinato:
—Jaque mate y fin del juego.
Relato finalista del IX Concurso ‘Gayarrelatos’ celebrado en 2021.