Los dos mundos a los que me referiré son Francia y Rusia en el siglo XIX. Son cien años donde las grandes premisas capitalistas de hoy comienzan a ser el dinero y el poder.
Me ciño a un término clásico más reciente con respecto al greco-latino. A ese que se ciñe a situar la literatura del siglo XIX como nacimiento de la literatura moderna. Pues los grandes literatos del siglo XX y XXI son discípulos de sus mejores maestros. Esos narradores que forman parte de nuestra herencia más reciente.
A nivel europeo, durante la época post- revolucionaria, cabe destacar los grandes conflictos políticos que sirvieron de detonante creador de obras sublimes. Fueron movimientos políticos ocurridos en cada país de Europa, inexistentes en la Rusia de entonces.
Las novelas en verso y prosa de las letras francesas narran un análisis sociológico aplicando una crítica social y política, pues en aquel París existe una mayor libertad de expresión tras la Revolución Francesa.
Efectivamente los autores rusos decimonónicos, como el aristócrata Pushkin o Dostoievski hijo de un médico, vivieron durante el zarismo. Es cierto también que los historiadores reconocen que estos autores vivieron el comienzo de esos pequeños cambios que acabaron por convertir a Rusia en el país de nuestro tiempo. El siglo XIX en Rusia empieza a industrializarse lentamente. Además, en 1861 el régimen de servidumbre fue abolido.
Lo más importante entre los escritores rusos es el contacto que mantienen con la literatura occidental gracias a las traducciones que hasta ellos mismos llegan a traducir. Por ejemplo, Dostoievski traduce “Eugénie Grandet”, de Balzac. Y Pushkin era un gran amante de la literatura francesa.
A Pushkin (1799-1837) se le considera el primero en implantar el realismo en Rusia. Sabemos que es un joven poeta, noble y rico, partidario del liberalismo. Incluso, llega a vivir y simpatizar, desde su finca de Mijailovski, la sublevación decembrista rusa de 1825. Murió en un duelo por su esposa. A ella la retratan como a una mujer hermosa incapaz de apreciar el talento de su marido. Es sabido que la muerte de Pushkin supuso un duelo sentimental para su gran admirador Dostoievski.
En Dostoievski (1821-1881), sin embargo, lo más profundo de su esfera personal es la condena a muerte en 1849 a la que se ve sometido durante el periodo gobernado por Nicolás I. Por suerte, la pena de muerte acaba siendo sustituida por una pena de cuatro años de trabajos forzados en la estepa siberiana. Su extensa obra psicológica de mayor apogeo la crea tras esta etapa. Sus lectores saben que es capaz de crear gracias a la majestuosidad del conocimiento del alma humana. Sus temas recurrentes son el sufrimiento y la desesperación.
En París, Balzac (1799-1850) tiene una enorme capacidad para captar la realidad de las convulsiones de todo cuanto le rodea y es admirable la lucidez con la que las juzga. Las descripciones de Honorè de Balzac lo caracterizan como una persona extravagante, controvertida y con una vida compleja llena de literatura.
Continuando en París, me atrevo a recomendar “Rojo y Negro”, de Stendhal (1783-1842). Es una novela que retrata la amarga verdad de su tiempo con un personaje principal complicado. Los filólogos nos explican que la personalidad de Sorel es en realidad una proyección de la suya. Animo a quienes no lo hayan leído a disfrutar el placer de leer este clásico.
Parece una época interesante porque ese siglo llega a convertirse en una sociedad plenamente capitalista. Las lecturas atentas de estos clásicos nos muestran que fue el siglo desde donde comenzó a emerger nuestra era.
Muy ilustrativo el artículo de la señora Losada
Si señor, muy aleccionador
me gusta la apuesta literaria de este medio
interesante
Esta bien el artículo