Hoy: 22 de noviembre de 2024
Derechos de sombra, obra de Pedro Villarejo, se ha encontrado con dos miradas diferentes que la escudriñan con interés y al final coinciden en lo esencial: la profundidad de la palabra y la vitalidad de los sentimientos. Se trata de Ignacio Díaz Galán y Alejandro Simón Partal. Los dos se adentran en el poemario de Villarejo con la nobleza de quienes ven brotar sensaciones y profundidad literaria.
Para el primero, Pedro Villarejo habla con la franqueza de quienes aman la verdad: “La verdad de la belleza que acaricia el árbol frondoso de la lírica. Escribe que Vallejo “ama, sobre todo, a aquellos que se detienen ante la sombra de la hermosura, buscando un retazo de su luz al mediodía”. Para Díaz Galán, esta obra tiene la energía del aliento, la brevedad intensa del fugitivo arcoíris. “El no lee poesía, la saborea, la fotografía, la degusta. Contempla, sin prisa, como caminante que no desea perderse la belleza del camino”.
Sostiene además que sus metáforas preciosistas son arabescos espaciados, rociados con aromas de robles y encinas. “Pedro sabe que el estado natural del hombre es la felicidad; solo se detiene ante la pena cuando encuentra un obstáculo para la dicha, y se detiene hondamente, porque él, no la ha perdido, el entusiasmo, la lira, el asombro de un niño con su alma que empieza”.
Díaz Galán concluye su mirada a los ‘Derechos de sombra’ para recordar que a Pedro “le gusta vivir como si todo estuviese comenzando. Su vida es un amanecer hacia la luz, un abrazo entre amigos, por eso tiene siempre la palabra precisa, como un reloj cuyo oficio es solamente dar la hora”.
Al acercarse a la poesía de Vallejo, Alejandro Simón aclara que todo libro de poemas nace de una expectativa, de un intento de conciliación del poeta con algo que todavía no tiene nombre, un ejercicio de extrañeza que añade certidumbre a lo desconocido. Considera en su semblanza que “la poesía parte de una confrontación que muy pocos logran materializar en amparo, en consternación, en canto”, y asevera que este libro “es uno de esos escasísimos casos: “estamos ante un poeta que da nombre a los que nos pertenece, que discurre por el territorio de lo sagrado, y eso es ciertamente más”.
En su mirada sincera a esta obra relata Simón Partal que “con un lenguaje límpido y plural, de hondo lirismo -sin adiposidades-, que no rehúye de los venenos de la palabra urgente, ‘Derechos de sombra’ es un viaje por los recovecos más exigentes del destello; es un canto preciso que nos ampara ante la oscuridad del mundo, ante los abismos y sus vísperas necesarias”.
Simón está convencido de que “a través de esta sutilísima tensión con la palabra, Pedro Villarejo deslinda las estrictas umbrías para que retumben en lo más hondo de nuestra extrañeza los ecos del resplandor”. Y añade: “Porque sabe bien que en todo lo esperado la luz sobresalta, nos ofrece a través de estos poemas una mano indicadora que ayuda a proyectar lo eterno en cosas muy concretas, las mismas que, ahora sí, completan aquel humano tesoro de la conciencia vigilante”.