Dormir junto a tu perro o tu gato no solo es una costumbre tierna. Según la psicología, es un reflejo directo de cómo enfrentas la vida, de tu apertura emocional y de tu forma de relacionarte con el mundo. Las personas que comparten su espacio más íntimo con su mascota suelen ser más empáticas, generosas y emocionalmente conectadas, según una información publicada en El Tiempo.
Dejar que tu mascota se acurruque contigo en la cama revela una mente abierta, capaz de entender el lenguaje emocional de otros, incluso sin palabras.
Dormir con ella también refleja un estilo de apego seguro. Quien duerme con su animal busca vínculos duraderos, sinceros y protectores, basados en la confianza.
Tolerar ronquidos, patas en la cara o despertares inesperados implica tener paciencia y una actitud calmada ante los pequeños imprevistos de la vida.
Adaptarse cada noche a nuevas posiciones o a la invasión del espacio demuestra una personalidad que fluye ante los cambios y se acomoda sin perder la calma.
Además de los beneficios emocionales, diversos estudios sugieren que dormir con una mascota también puede reducir la ansiedad y mejorar la calidad del sueño en muchas personas. La presencia del animal genera una sensación de seguridad que favorece el descanso, sobre todo en quienes viven solos. Sin embargo, los expertos también advierten que no es una práctica universalmente recomendable, especialmente si interfiere con el ciclo de sueño o si el animal tiene hábitos inquietos. En definitiva, compartir la cama con tu mascota no es solo una elección afectiva, sino una muestra de conexión emocional profunda y de equilibrio entre afecto, confianza y bienestar.