¿Dónde están todos?

27 de abril de 2025
2 minutos de lectura
Vida extraterrestre |EP

SILVANO ESPÍNDOLA

Mientras una buena parte de la humanidad ensordecía por el ruido de las bombas arrojadas en la guerra ruso-ucraniana, se angustiaba por la incertidumbre generada por el inminente regreso forzado del mercantilismo arancelario o desesperaba por la advertencia de Fiona Hill, exconsejera del presidente estadunidense, de que la Tercera Guerra Mundial podría ya haber comenzado, una máquina desarrollada con la colaboración de casi 20 países, enviaba a la Tierra, desde una distancia de más de 1.5 millones de kilómetros, y en medio del más perfecto silencio, un conmovedor mensaje de esperanza que podría cambiar la historia de la humanidad: “DMS y DMDS en K2-18b con certeza 3sigma”.

La máquina en cuestión es el observatorio espacial James Webb Space Telescope (JWST), diseñado en conjunto por la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense. Fue lanzado el 25 de diciembre de 2021, desde una base en la Guayana Francesa, con la misión de estudiar la formación y evolución de galaxias, estrellas y sistemas planetarios. El pasado jueves 17 de abril, un equipo de astrónomos anunció que el JWST había detectado dimetil sulfuro (DMS) y dimetil disulfuro (DMDS) en lo que se conoce como un exoplaneta Hycean, es decir, con atmósfera rica en hidrógeno y la posibilidad de albergar un océano global, situado a 124 años luz, en la constelación Leo, nombrado K2-18b, por ser el segundo planeta (b) que descubrió el telescopio Kepler durante su segunda misión (2015), en la órbita de la estrella K2-18.

Lo emocionante es que dichas moléculas son consideradas “biofirmas”, o sea, indicadores de vida que se hallaron en cantidades tales que hacen pensar que tienen que ser producidas con intervención de organismos vivos, al menos fitoplancton o bacterias. Estadísticamente, la probabilidad de que la señal detectada no sea un error aleatorio es de 99.7%, que es igual a 3sigma. El descubrimiento es esperanzador, porque constituiría una salida airosa a la paradoja de Fermi. En 1950 el físico Enrico Fermi hizo la célebre pregunta: “¿Dónde están todos?”, porque los cálculos indicaban que ya deberíamos de haber recibido al menos señales de vida extraterrestre.

Un ejemplo de esos cálculos es la ecuación de Drake. En 1961, el radioastrónomo Frank Drake elaboró una ecuación para estimar el número de civilizaciones en nuestra galaxia susceptibles de ser detectables, en función de los factores determinantes para el desarrollo de vida inteligente. Se ha calculado que podría haber 36 civilizaciones detectables, pero hasta ahora sólo hemos registrado lo que los científicos llaman: “El Gran Silencio”, que nos ha hecho sospechar que estamos solos. Existen varias soluciones a la paradoja de Fermi, que van desde que las características geológicas necesarias para la vida en realidad son mucho más raras de lo que pensábamos, hasta la espeluznante teoría de “El Gran Filtro”.

Esta solución postula que no hemos contactado con civilizaciones extraterrestres porque simplemente éstas se extinguen, o se autoeliminan, antes de llegar a convertirse en especies interestelares. Científicos de distintas partes del mundo, de manera independiente, han llegado a la conclusión de que el ritmo de progreso de civilizaciones (como la nuestra) tiende a salirse de control, provocando que nos “filtremos” a nosotros mismos antes de contactar con otras formas de vida. En nuestro caso, los posibles filtros detectados son: patógenos naturales o diseñados, impactos de asteroides, el cambio climático, la inteligencia artificial (IA) y la tan manida guerra nuclear a gran escala.

*Por su interés, reproducimos este artículo escrito por Silvano Espíndola, publicado en Excelsior.

¿Dónde están todos? 2025/04/22 | Excélsior

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