Don Antonio Machado. Amores y Destinos. Capítulo 3

29 de abril de 2024
2 minutos de lectura
Mar. | Fuente: Flickr.

VAMOS AL MAR

Antonio se llamaron los tres. Los tres tuvieron el mismo apellido: Antonio Machado Núñez, el abuelo, nacido en Cádiz de familia pudiente, médico, antropólogo y catedrático primeramente en Sevilla. Antonio Machado Álvarez, abogado, con atribuciones administrativas en la Casa de Alba, autor de una excelente antología del flamenco: “mi padre en su despacho: la alta frente, la breve mosca y el bigote lacio”. Y Antonio Machado Ruíz, el inigualable poeta sevillano que nos ocupa y nos deleita.

El que parecía manejar los hijos de la familia era sin duda el abuelo, con visión de futuro. Don Antonio Machado Núñez tiene excelentes amistades en Madrid y la oportunidad de cambiar su cátedra sevillana por otra en la Villa y Corte:

-Allí tendrán mejor educación los niños. Allí te será más fácil ejercer tu profesión de abogado y conseguirás editor para tus libros. En Madrid, mejoraremos de vida.

Así lo deciden tras un largo encuentro familiar que desemboca en los altillos, donde aguardan los baúles su eterna vocación de viajeros. Adioses y más adioses de innumerables amigos, de parientes y patios en flor, de extraviados delfines y luz interminable. Pero antes, don Antonio Machado Álvarez quiere que sus hijos vean el mar con el que sueñan. Y una mañana de primavera se los lleva a Huelva  –0cho años tiene Antonio— para que el agua vaya mojando sus versos.

Después iría el poeta muchas veces a otros mares. Hasta el último día de su vida se asomó en Collioure para certificar tal vez, como el maestro Alcántara en su poema, si el agua allí seguía:

-Vine a la mar dudando si estaría

donde yo la dejé, junto a la raya

donde la espuma eventual acalla

su antigua discusión con la bahía.

El agua es para don Antonio Machado la tierna luz donde ondula sus silencios, la movible llanura que le lleva y le trae por los caminos no recorridos. Nada hay más bello que una fuente continua, secreta, que no moja los dedos y, sin embargo, se oye correr camino abajo – camino arriba por las venillas dulces de la sed, como una reina que danza. En la taza de la fuente está su infancia, la infancia que no tuvo. En el río encontraron sus padres el amor… y el Duero, luego, mató el suyo. Fue el mar su primera gran mirada a la naturaleza. Y su última mirada. No estaba dispuesto don Antonio a olvidar el mar. A huir no estaba dispuesto, porque le pesaba tanto el agua que era inútil otra libertad distinta del ahogo.

De Huelva partieron los barcos para el Descubrimiento. Desde allí comenzó Colón su aventura de permanente exilios forjados, como siempre, entre miserias humanas y grandeza. Todos los que se fueron a lo largo de la Historia, se marcharon por no caber en el estrecho corazón de los egoístas. Quizá don Antonio no supiera entonces que el mar de Huelva fue la cabecera de una escapatoria que terminó en triunfos y que muyu bien pudo haber concluido en tragedia, porque aquella idea genial estaba también llena de equivocaciones. Dos años antes de que los Machado fuesen a Huelva, en Moguer había nacido Juan Ramón Jiménez.

Lo cierto es que en la mañana de primavera en que el poeta vio el mar, grabó también en su mirada todo el azul de los exilios y comenzó a fugarse para adentro en busca del barco más rápido, del viento más fuerte hasta llegar, hasta llegar a lo último donde Dios vive. Y el poema. Sólo Él puede medir a puñados el mar.

Dormirás muchas horas todavía

sobre la orilla vieja,

y encontrarás una mañana pura

amarrada tu barca a otra ribera.

-Vamos, niños, que Madrid espera.

En aquella España, difícil como todas ellas, viven los Machado, que acaban de ver el mar como un regalo antes de la partida para Madrid, antes del gran viaje hacia ellos mismos.

Responder

Your email address will not be published.

No olvides...

Ciudad de Gaza, Franja de Gaza, Territorio Palestino | EP

La necesidad urgente de una solución diplomática en Oriente Medio

La postura de Biden refleja un cambio en la política exterior estadounidense hacia Israel
Patera

La patera

JOSÉ ELADIO CAMACHO

George Orwell: 1984 (Episodio 2) “El Gran Hermano”: El Gran Hermano te vigila

“Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no

Don Antonio Machado. Amores y destinos. Capítulo 4 (I)

…Mi juventud, veinte años en tierras de Castilla.