Hoy: 24 de noviembre de 2024
Pérez Estrada dice preciosamente que Cupido, cuando sea mayor, será un ángel.
Se hizo mayor Cupido el 22 de mayo de 1873 cuando se casaron en Sevilla don Antonio Machado Álvarez y doña Ana Ruíz Hernández, muy pequeña y más sevillana, unos dicen que hija de confiteros y otros que de familia de marinos. Lo cierto es que una pizca de azúcar y otra de sal llevó siempre en la lengua doña Ana quien, ya en el exilio, desmemoriada, no cesa de preguntar al poeta:
-¿Cuando llegamos a Sevilla, hijo?
Y el hijo, sin decirlo, estaba sintiendo también el ahogo de la memoria mientras se bebía a tragos el mar por si era el Guadalquivir equivocado.
El 22 de mayo de 1873 llevaban tres semanas los españoles intentando ser republicanos, tras la experiencia de un rey extranjero, Amadeo de Saboya, que propició la segunda guerra carlista.
Don Antonio hijo, el poeta, iba a ser republicano de toda la vida. Republicano fue su abuelo, su padre, el ambiente de la Institución Libre de Enseñanza, en el que se educó… Cuando en 1931 el poeta vive en Segovia, fue de los primeros en dar el grito: ¡Viva la República!, mientras sostenía la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento y Alfonso XIII, al destierro con doce de los suyos, como otro Cid, se embarcaba en Cartagena para no volver. El padre de María Zambrano estaba con él entre sonrisas de la mayor seriedad.
Ya de mayor, con muchas banderas grabadas en el alma, defendidas sin reserva como Mariana Pineda en su Granada, se le acercó un periodista a don Antonio, con una de esas preguntas que son absurdas o definitivas, según quien las contesta:
-¿Podría usted decirme, señor Machado, cuál fue el momento más importante de su vida?
Probablemente el poeta esperaba esta pregunta como se espera una aguja para gritar un grito y, sin olvidar su ironía de filósofo, contestó:
-El momento más importante de mi vida yo no lo he vivido…
-Explíquese, don Antonio.
-Sí, porque unos delfines, equivocando su camino y a favor de la marea, se habían adentrado en el Guadalquivir llegando hasta Sevilla. De toda la ciudad acudió mucha gente atraída por el insólito espectáculo. A la orilla del río, damitas y galanes, entre ellos los que fueron mis padres, que allí se vieron por primera vez. Fue una tarde de sol que yo he creído o he soñado recordar alguna vez. Este fue, sin duda, el momento más importante de mi vida.
Pero aunque fluye hacia la mar ignota
es la vida también agua de fuente
que de claro venero, gota a gota,
o ruidoso penacho de torrente
bajo el azul, sobre la piedra brota,
y allí suena tu nombre ¡eternamente!
Cupido, al crecer, se había hecho un ángel.
EL DUENDE