A los envidiosos no les molesta tanto la riqueza ajena, sino el no querer disimularla. Conocida, por acertada, es la anécdota de aquel que salía del coche cojeando, sin ser cojo. Cuando le preguntaron el motivo de su engaño, el falso rengo contestó: Es que si me ven salir de un mercedes sin defecto alguno, me van a crucificar los resentidos: en España, a los cojos se les tiene mucha consideración.
Si te encuentras a alguien por la calle que tiene menos dolores que los propios, te molestará su escasa pesadumbre. Si el de enfrente está más grave y tiene mala cara porque no soporta la quimioterapia, rápidamente es compadecido y valorado.
…En una ignorancia que desborda o por una praxis de oficio sin precedentes, el simpar Ministro de Exteriores ha pedido perdón a Méjico por nuestras lamentables conductas en la Conquista. Este ilustre personaje no sabe distinguir entre la servidumbre y el servicio. Y, por lo que dice, dudo que haya terminado de leer algún libro de Historia.
Menos mal que, oyéndolo, el prestigiosos historiador mejicano Zunzunegui, ha corrido a la farmacia para comprar tiritas y remediar los desperfectos.
Pedro Villarejo