Ando buscando a Dios, por ello escribo cada semana de él. Bueno, trato de hacerlo lo mejor posible y claro, lo hago torpemente desde mi particular enfoque y limitaciones humanas. Sigo creyendo que Jesucristo es hijo de un Dios, por ello su clase, sus enseñanzas y su influencia decisiva al modificar el eje de toda la humanidad. Así de sencillo y claro. Y al tratar de abordar la Biblia, usted lo ha notado si ha seguido estos textos, trato de glosarla, leerla lo más puntillosamente posible y sentirla y entenderla. No hay otra manera para mí de abordarla. Con la razón, el estudio y el intelecto. Trato de hacerlo críticamente y no sólo o jamás desde eso llamado “sentimientos” y los sentimientos, usted lo sabe señor lector, siempre estorban. Para todo y en todo tiempo y lugar.
Y en tiempos de Jesucristo, éste en los Evangelios deja enseñanzas de rebeldía, valor ante el “establismenth” (estructuras), se enfrenta con todos y con todo y lo anterior y no otra cosa, lo condujo al cadalso. Por ello no deja de ser más que interesante una arista que siempre me ha llamado la atención de la Biblia, justo ahora que las mujeres agrupadas en el calamitoso “8M”, lejos de inscribirse en la libertad, se inscriben en el libertinaje y son una plaga a su paso sobre la tierra. No todas.
Decía de una arista en la Biblia: el papel de la mujer, su posición, su participación, su imagen y su lección; identidad y escaso poder dentro de la historia bíblica y por extensión, en el devenir de la historia misma de la humanidad.
Hay tantas historias de mujeres en la Biblia, como ramas secas en el pajar. Usted puede tomar cualquiera y encontrará bordes insospechados. Ahora que está tan de moda la equidad de género y la igualdad de oportunidades para ellas en comparación con nosotros los varones, pues no, en aquellos tiempos del maestro Jesucristo no existía tal. Al nacer, los niños no eran considerados “iguales”, las mujeres no tenían acceso a ningún tipo de educación y muchas ocasiones, ni a la vida pública. En aquellos años se practicaba algo llamado la “exposición”, los niños eran “expuestos”. Es decir, el varón, la cabeza de familia tenía el derecho legal de decidir la vida o la muerte de un recién nacido en los primeros ocho días de su nacimiento. Los niños eran entonces “expuestos” si eran pobres, tenían alguna discapacidad, deformidad y para no dividir el patrimonio, las niñas valían menos que los varones.
¿En que consistía ser “expuesto”? se les dejaba en un lugar alejado, en un basurero por ejemplo, para que murieran por falta de alimentos o atacados por los animales. Esto es historia pura y ni usted yo podemos modificarla. Menos las varonas agrupadas en el fatídico “8M.” Por cierto, eso de que ellas son “varonas” (ni hembras ni mujeres), es algo de alto lenguaje aceptado por todo mundo sabio. Las mejores y buenas traducciones de la Biblia lo dicen: “se llama varona, porque del varón fue sacada…” Luego se lo contaré porque ya tuve varias polémicas al respecto en la ciudad de México.
Avanzo: ya en la edad adulta, siempre pongo como ejemplo a la famosa mujer de Lot que se convirtió en estatua de sal al volver la vista atrás. ¿Cómo se llamaba esta mujer? Pues no tenía nombre, es uno de los principales ejemplos de la despersonalización de la mujer como tal: ni nombre tenía la pobre varona, sólo se le conoce como la mujer de… es de decir, la mujer de su varón, Lot. (Génesis 19.26).
Por ello, una de las principales y más radicales prédicas del maestro Jesucristo fue atender a los niños, a las niñas, a las mujeres. Recuerde usted lo siguiente: “Dejen que los niños se acerquen a mí” (Mateo 19.4). No fue un simple guiño de ojo para caer bien, ni una frase graciosa pronunciada en su momento frente a sus discípulos, no lector; fue mover y atentar contra todas las estructuras sociales, políticas y patriarcales de la época.
Una rebeldía, una osadía muy grande. Con su guiño dijo, los niños y las mujeres son importantes a partir de hoy. Son iguales ante los ojos de Dios y deben ser iguales ante cualquier varón. ¿Ya ve que no es sencillo leer y entender la Biblia?
Es imposible entonces separar sus enseñanzas “divinas” o espirituales sobre sus enseñanzas sociales. También es difícil separar eso de “amar a Dios” sobre todas las cosas, cuando no se ama al prójimo. Es preferible ayudar –cuando se puede– a un vecino, al próximo, al prójimo, que dar caridad o un peso a iglesia o templo. Por esto y no otra cosa no voy a congregación alguna. Tengo años sin ir a Iglesia o templo. Mejor dicho, voy cuando aquello está solo. Sigo caminando a San Francisco y Catedral, como me lo enseñaron mis padres. Presento respeto y hago mi oración.Pero lo principal que hay que hacer, a mi muy particular y torpe punto de vista, es ver por el prójimo, ver por los niños, los ancianos, por las varonas. Amar al prójimo es la mejor prueba de que amamos a Dios. Recuerde usted a Miqueas 6.8: “Ya se te ha dicho hombre, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: tan sólo que practiques la justicia, que seas amigo de la bondad y te portes humildemente…” Practicar con el ejemplo. Jesucristo lo hizo.
¿Hago mal en no ir ni a misa ni a un templo cristiano? No lo sé. Por lo pronto así me siento a toda madre.
*Por su interés reproducimos este artículo de Jesús R. Cedillo, publicado en Vanguardia|MX.