Las legumbres ya no son plato de invierno. Dentro de la dieta mediterránea, los especialistas recomiendan incluirlas de 2 a 4 veces por semana y no se quedan ahí. Aconsejan priorizar el pescado azul, sardinas, caballa, boquerones, por su riqueza en omega-3. Mucho mejor que abusar de la carne roja. Junto a esto, frutas y verduras frescas cada día.
Forman parte de la dieta mediterránea, un patrón alimentario con una sólida base científica. Especialmente fácil de seguir en verano, cuando abunda el producto fresco y cocinar en casa se hace más apetecible. Este estilo de alimentación incluye cereales, semillas, aceite de oliva virgen extra y alimentos ricos en vitaminas y antioxidantes. No es solo comer bien, es disfrutarlo.
Según ha informado Europa Press, las doctoras Marta Motilla y Sonsoles Guadalix, especialistas en Endocrinología y Nutrición de la Clínica Universidad de Navarra, recuerdan que la buena alimentación es clave para envejecer con salud y prevenir enfermedades como la obesidad, la diabetes o los problemas cardiovasculares. También aconsejan más carne blanca (pollo, pavo, conejo) y menos carne procesada o roja. Y siempre, aceite de oliva virgen extra como principal fuente de grasa, entre 10 y 20 ml diarios por persona.
Comer sano empieza en el supermercado. Las doctoras lo tienen claro: hay que elegir productos frescos, de temporada y poco procesados. Para una familia de dos adultos y dos niños, proponen aumentar la fruta y verdura semanal a 8-11 kilos, frente a los 4-6 habituales. Así se asegura un aporte generoso de fibra, vitaminas y antioxidantes. También aconsejan subir la ingesta de proteínas saludables. Más huevos (hasta 10-16 a la semana), más legumbres (800 gramos semanales) y más pescado (1-1,5 kilos). Las carnes, mejor moderarlas a la misma cantidad que el pescado, priorizando siempre las más magras.
En lácteos, los yogures suben a unas 40 unidades semanales, el queso blanco o semicurado a unos 320 gramos, y la leche se mantiene en unos 6 litros. Para los farináceos, la clave es elegir siempre integrales: pan, pasta, arroz o cereales. Mejoran el tránsito intestinal, ayudan a controlar el azúcar y reducen el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 o el cáncer de colon. Son cambios simples, pequeños ajustes que convierten la teoría en acción. Y que, si se mantienen, pueden mejorar la salud de toda la familia a largo plazo.