Hoy: 23 de noviembre de 2024
Los restos que durante cinco décadas fueron atribuidos a un fraile español en el Palacio de Cortés, en Cuernavaca, han sido identificados como los de una mujer perteneciente a la tribu azteca tlahuica, según reveló un nuevo estudio del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La investigación surgió tras el terremoto de 2017 que afectó la estructura del Palacio, llevando al INAH a emprender un proceso de reestructuración y estudio. El dictamen inicial asociaba los restos al monje Juan Leyva, quien sirvió a la marquesa Juana de Zúñiga y Arellano, esposa de Hernán Cortés.
La conclusión de que se trataba del fraile se basó en la asociación de los restos con una jamba decorada con la flor de cuatro pétalos, característica de la última etapa constructiva del siglo XVI, y su ubicación en la portería de la “casa vieja”, el supuesto sitio de sepultura del monje, según fuentes históricas, según informó el INAH en un comunicado.
Sin embargo, los arqueólogos quedaron perplejos al descubrir que el entierro no seguía los cánones católicos de la época y presentaba similitudes con prácticas prehispánicas. Un análisis más detallado del contexto arqueológico indicó que el entierro era parte de una clausura de la Etapa III (1450-1500 d.C.), asociada al Tlatocayancalli, donde se recolectaban tributos de poblaciones dependientes del señorío de Cuauhnáhuac.
El estudio antropofísico in situ reveló que se trataba de una mujer, contradiciendo la creencia inicial de que era el monje Juan Leyva. La edad estimada, entre 30 y 40 años, se determinó a través del desgaste dentario y cierre de suturas craneanas. Aunque se señalaron “vértebras deformadas”, no se observaron enfermedades en el esqueleto, cuya estatura aproximada fue de 1.47 metros.
Los expertos destacan la presencia de restos dispersos de otros dos individuos, un infante y un subadulto, asociados al entierro. Además, se identificó el húmero de un cérvido adulto con evidencia de tratamiento térmico, posiblemente utilizado como herramienta.
Bajo esta nueva perspectiva, la ventana arqueológica se abre nuevamente, y la cédula ahora consigna que los restos pertenecen a una mujer tlahuica, miembro de la tribu azteca que estableció su señorío en la colina de Cuauhnáhuac.