Casi todos los periódicos, menos los escogidos por privilegiados, enumeran las ruindades, evidentes o agazapadas, que estamos sufriendo en España. Me cansa el desborde de repetirlas, pero quizá sea eso lo que pretende en Gobierno: que nos aburramos de tanto descaro, impertinencia y necedad. A veces creo, o que están locos y no ven la realidad, esquizofrénicos bien pagados o constituyen una desvergonzada orquesta de dictadores.
Lo que más perjudica a los seres humanos no es equivocarse, sino permanecer en el error como si, además, hubiera que darle las gracias por la rapiña y el desenfreno al que estamos asistiendo. Qué redentor sería pedir perdón por no haber acertado… seríamos incluso capaces de comprender una supuesta buena voluntad en su empeño frustrado. Pero no, ellos sienten que están obrando con equidad y justicia, con honradez y lealtad a una Constitución que ya no sabe la pobre dónde esconderse.
Ante la desvergüenza nos queda la poesía, como ésta de Basilio Sánchez: “Aprended a cantar, dijo el último pájaro, el aire es vuestro”.
Pedro Villarejo