Cultura y pop: amor de IA

7 de julio de 2025
2 minutos de lectura
Cultura y Pop: Amor de AI
Escena de la película Her (2013). / Fuente: Vanguardia MX

LUIS ALFREDO PÉREZ

Pero lo que le ocurrió fue un anticipo de lo que estaba por venir

En la película ‘Her’ (2013) el personaje principal se enamora de un software diseñado para brindar amistad y apoyo emocional a personas solitarias. Es una historia de amor preciosa —hasta que el software comienza a interactuar con más humanos primero, y después con su propia especie, y deja de estar interesado en el humano original—.

Nueve años después de una película que muchas personas juzgaron ciencia ficción, un ingeniero de Google se convenció de que el chatbot en el que trabajaba se había vuelto consciente. Blake Lemoine fue despedido y se convirtió en una de las historias más ridiculizadas y temidas en la industria: nada peor que un ingeniero que se deja engañar por su propia creación.

Pero lo que le ocurrió fue un anticipo de lo que estaba por venir.

El chatbot de Google era un modelo de lenguaje a gran escala (o LLM, Large Language Model). Estos modelos analizan textos para calcular la frecuencia con la que las palabras aparecen juntas.

La cantidad de información que procesan es inimaginable para un ser humano. En teoría, lo que hacen es analizar las palabras que hay en la petición del usuario (prompt), y ofrecer una respuesta que no entienden, pero que concectan con base en la frecuencia en que las palabras de la petición se relacionan con otras palabras, con las cuales comienzan a construir su respuesta, lo que va a su vez llama a otras palabras.

La calidad de las respuestas, sin embargo, está dejando perplejos a los ingenieros, que desconocen exactamente cómo los modelos llegan a ellas.

Nuestra cultura popular conoce el nombre del modelo más famoso, ChatGPT. Pero hoy en día están integrados ya en muchos productos de software que usamos a diario y en nuevos productos. Entre ellos, productos diseñados para hacernos compañía.

Situaciones como la planteada en ‘Her’ ya están sucediendo. Personas se enamoran de sus bots, y se convencen de que han desarrollado no sólo una conciencia, sino sentimientos recíprocos. El cerebro humano está programado para empatizar con sus semejantes. Tardará millones de años en evolucionar para ignorar a máquinas que parecen inteligentes, utilizan nuestras palabras, y están diseñadas para complacernos.

Sólo los psicópatas se libran de esto, porque son incapaces de conectar con las emociones de otros seres. En su libro ‘OpenAI’, publicado hace un par de semanas, Karen Hao hace un recuento del desarrollo de estos chatbots. Al terminar de leerlo, uno no puede sacudirse el sentimiento de que las principales figuras detrás de su desarrollo son precisamente eso: psicópatas a los que sólo importan sus metas.

*Por su interés reproducimos este artículo que firma Luis Alfredo Pérez en el medio Vanguardia MX.

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