El director de la cárcel de Meco, Pepe Comerón, que sigue en su puesto porque es amigo del jefe de las cárceles y pesar de a que se le fugó en plan película un doble asesino conocido como El Pastilla, entre otras muchas lindezas que atesora su currículo, es un hombre de cuidado.
En muchas cárceles toda acción tiene una reacción. En forma de venganza. Los funcionarios disponen de mil argucias para amargarle la vida a un preso si quieren.
Y en la prisión de Alcalá Meco, la que gobierna Comerón, sin ser siquiera universitario, eso de acudir al derecho constitucional a la libertad de expresión es muy delicado.
A Santiago C., padre de dos hijos, le impuso un mes de aislamiento, en secuencias de catorce y catorce días, porque este periódico informó de que el interno, acusado de varios robos, denunció que llevaba con dos costillas rotas desde que había ingresado en prisión y que los médicos ni siquiera le habían recibido. Pese a sus constantes quejas.
Comerón lo metió en aislamiento pese a que Santiago C. no fue él quien habló directamente con Fuentes Informadas, sino que él le contó por teléfono su situación a otro interno amigo suyo, Juan Antonio Flores, y este se la trasladó al periódico.
Tras el aislamiento y lo que los internos llaman otras putadas, Santiago C. acabó de cumplir la pequeña pena por robos que tenía y se halla libre.
Salir su nombre en la prensa, le ha costado caro. Cuando apenas le quedaban unos meses para que expirase su condena, y tras salir su queja en el periódico, documentada, varios funcionarios lo llevaron a la zona de seguridad de la cárcel, la que los internos llaman el Cesid, con una fotocopia del artículo que este periódico publicó el pasado 13 de noviembre sobre caso, se lo mostraron y le pidieron explicaciones.
Con tono lleno de arrogancia, del que sabe que puede fastidiar la estancia en prisión de alguien de múltiples maneras: abriendo por ejemplo un parte y evitando con ello que se obtenga el tercer grado o que se disponga de permisos carcelarios. Y no pocas veces algunos funcionarios se inventa el motivo. Tienen presunción de veracidad.
En la visita que le hicieron varios funcionarios a Santiago C. le preguntaron por el interno Flores, que también figuraba en la citada información del pasado 13 de noviembre y que todavía se halla fugado, no volvió de un permiso. Precisamente parte de la fuga de Flores obedece al trato que recibió de Comerón en Meco.
A Flores, Prisiones le ha destrozado por completo la salud (tiene casi un 80% de discapacidad oficialmente reconocida) y, para colmo, Comerón no le llevaba a las citas con sus médicos en los hospitales en los que le atendían de sus numerosas patologías, todas ellas contraídas por una gravísima desatención médica que sufrió en la cárcel de Soto del Real, adonde estuvo antes de recalar en la de Meco.
Este periódico ha contando detalladamente las vicisitudes de Flores en la cárcel de Comerón.
Por eso, al ver el director de Meco que la información de este periódico sobre la desatención de Santiago C. provenía del huido Flores, Comerón debió pillar un calentón y por eso envió a sus hombres a ver en su celda a Santiago C. Y se llevaron al Cesid.
Estos le dijeron a Santiago, según fuentes penitenciarias, que si les decía dónde se ocultaba Flores al día siguiente le darían el tercer grado (régimen de casi libertad) y que, si no, se atuviese a las consecuencias.
Flores y Santiago se han carteado y hablado por teléfono. Santiago no sabe, de todas formas, donde se oculta Flores.
Ak no decirles nada, la respuesta de Comerón no se hizo esperar: fue conducido a una celda de aislamiento, donde estuvo casi un mes. Así se las gasta don Pepe Comerón, que ordena a los internos que le llamen.
El motivo del aislamiento fue por aparecer su nombre en este periódico dando cuenta de que llevaba varios meses en la cárcel roto de dolor y con dos costillas rotas sin que los médicos ni siquiera le hubieran atendido.
Tras el aislamiento, Santiago terminó de cumplir su prisión, íntegra y a pulso, pues no le dieron permisos ni nada, y en la actualidad se halla libre.
Cuando ingresó Santiago C. en la cárcel de Pepe Comerón procedía de un hospital y traía un informe médico de su estado clínico, que fue obviado por los médicos de la cárcel.
En torno a 15 escritos y quejas ante el director presentó Santiago C. durante su estancia en Meco, donde ingresó en junio del año pasado. Pedía, sin éxito, ser atendido por los médicos de la prisión de sus lesiones.
Llegó a suplicar a un funcionario que comunicase a los médicos su deseo de tener una cita con ellos. El dolor se le hacía insoportable. Tuvo la suerte de que otro interno, a veces, le facilitase analgésicos a escondidas. No lo hicieron caso.
Al funcionario hay que explicarle el motivo de querer ir al médico para que este lo eleve a su vez a los facultativos.
Y, según comentó después el funcionario a Santiago, tras haberle comentado al doctor lo de las costillas rotas y que el interno en cuestión llevaba meses buscando una cita, que el médico le había soltado, al decírselo, que «no hacía falta verle ya, porque tras unos meses las costilla se soldaban solas».
Las costillas que presentaba Santiago C. obedecían a un accidente de coche que tuvo lugar durante la persecución policial en la que fue capturado para cumplir una condena de seis meses por un delito de robo con fuerza.