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Conferencia de Presidentes: cada uno a su casa y Dios en la de todos

Conferencia de Presidentes. casa uno a su casa y Dios en la de todos

El presidente de la Generalitat de Catalunya, Salvador Illa, a su llegada a la XXVII Conferencia de Presidentes, en el Palacio de la Magdalena, a 13 de diciembre de 2024, en Santander. /EP

Ha terminado la Conferencia de Presidentes y no me equivoco mucho si digo que lo mejor ha sido el lugar elegido, el palacete cántabro de la Magdalena con una vistas espectaculares en un día frío pero despejado, porque lo demás ha sido la canción del ‘y tu más’ en un cónclave que se ha convocado y celebrado casi tres años después del último, en Palma, a raíz del desastre del volcán, en el que no se ha llegado a acuerdos y eso que materia había para dar y tomar.

Pedro Sánchez llegaba con la idea de enfocar esta cumbre autonómica en materia de vivienda, pero los presidentes autonómicos le recordaron que sobre la mesa hay asuntos vitales como la gestión de la inmigración, las plazas de personal sanitario o la financiación de las autonomías a propósito de sus acuerdos ‘singulares’ con Cataluña, y no tuvo más remedio que escuchar. Lo hizo a regañadientes, porque se había previsto que cada presidente tomara la palabra durante diez minutos máximo, pero el castellano-manchego Page le reprochó que ponga tiempo después de estar sin reunirse durante casi tres años. Sánchez calló y todos intentaron aprovechar el tiempo trabajando, incluso, durante la comida.

La reunión ha dejado imágenes entrañables, como la presencia bajo el mismo techo y cielo de dos enemigos íntimos, Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, que han evidenciado que efectivamente no se pueden ver; la imagen de un Page díscolo con el presidente con el que nunca llega la sangre al río, metafóricamente hablando, por supuesto, y la asistencia del catalán Illa, que ha venido a decir que a estas reuniones en la que se habla de dinero hay que venir llorado, sobre todo si el origen son los territorios españoles más pobres y parias.

En ese país de teletabis o ‘teletubbuis’, que en inglés parece más fino, en el que parece con frecuencia que vive nuestro presidente, ante los periodistas celebró la «imagen de unidad territorial» de España, y se quedó tan ancho y algo sordo, porque no debió escuchar el estruendo de rechazo de los barones populares, y también de los socialistas, al concierto catalán que ha pactado con Illa. Este asunto ha escocido tanto por la izquierda y la derecha de las autonomías que el presidente se traía de Moncloa una propuesta estrella para la quita de deuda de todas las autonomías en una nueva reunión prevista para primeros de año. Ayuso se apresuró a rechazarla salvo en el caso de Valencia por los daños de la dana.

Pero el rechazo en la financiación no ha sido el único escollo. Tampoco han sido capaces de ponerse de acuerdo en qué políticas hacer sobre vivienda y, sobre todo, sobre inmigración, donde las posturas están enormemente distanciadas después de meses intentando negociar una reforma de la Ley de Extranjería que permita el reparto obligatorio de los menores no acompañados entre autonomías cuando los centros de acogida estén saturados. De hecho, numerosas autonomías no han acogido ni un solo menor.

Y si hablamos de vivienda, las medidas que propone el Gobierno chocan de lleno con la idea de una gestión fallida que Ayuso resumió de esta forma: “A ningún español con dedos de luces se le ocurre poner su casa en alquiler por miedo a los okupas”, con lo que da a entender que en el fenómeno de la okupación está tras del problema de precios disparados de la venta y alquiler de viviendas, donde además la oferta se ha reducido drásticamente. Soy de los que piensa que tiene razón esta criatura y que algo de eso hay.

¿Qué creo yo? Creo que esta XXVII Conferencia de Presidentes ha mostrado la realidad de un país en el que cada vez crece más la semilla insolidaria y la idea de que tu problema es tuyo pero no de los demás, por lo menos “no es mío”, que dirían en Cataluña. Así, cada territorio juega sus cartas con sus potencialidades sociales y económicas y no quiere ni oír hablar de compartir soluciones y menos de pagarlas, y eso vale para inmigrantes, vivienda o financiación, que es de lo que se alimenta la prestación de servicios como la sanidad o la educación. Eso creo, aunque no sea el caso de todos y haya dignísimas excepciones. La pena es que los más insolidarios son los que más pueden aportar y aquí los pasos que da el Gobierno con sus acuerdos bajo cuerda no son los adecuados.

Y así llegaron al final. Se desearon, eso sí, felices fiestas y cada uno en su casa y Dios en la de todos, con permiso de los agnósticos.

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