Cada vez que visito Madrid busco la forma de saborear los bacalaos de Casa Labra, junto a la Puerta del Sol, en la cuestecilla que baja desde el Corte Inglés.
Voy por tradición, por sentir el viejo frío de sus mesas de mármol, por la tostada calidad del producto que se disfraza en croquetas o en pavías. Lamento allí la escasa simpatía de los camareros, la falta de cortesía y amabilidad en los que cancerberos que limitan el acceso al saloncito, donde se conversa con prisa porque la gente espera con impaciencia un lugarcito. Me quejé del trato la última vez:
-Haga lo que quiera. Esta Casa está tan acreditada y es tan pudiente, que no se habrá de resentir por un enfado como el suyo.
En Casa Labra tengo entendido que se fundó el Partido Socialista. La taberna sigue hermoseando las mismas hechuras de entonces y, supongo, que de aquellos mejorables principios quedará algo por los rincones del tiempo. Si Pablo Iglesias levantara la cabeza estoy seguro que pondría orden en los suyos y en que sirven… porque el bacalao sigue rubio y encendido, sencillamente extraordinario.
Pedro Villarejo
La impersonalidad de algunos establecimientos históricos, dirigidos más al turista de paso, que en Labrar una fiel y amigable clientela, los convierte en dispensadores de sus productos estrella. Lo demás no les interesa.