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Deshielo, la soberbia de no creer

Los Andes.

Los requisitos para sobrevivir a los cambios que se avecinan en el planeta no los pudo vaticinar ni el algoritmo ni la máquina de Alan Turing

El Cinturón de Fuego del océano Pacífico amenaza desde hace tiempo. Está latente. Solo el pico montañoso del Aconcagua es consciente y permanece alerta a 6,962 metros de altura en Los Andes.

40.000 kilómetros de energía en juego equivalen al pestañeo de una existencia. Sin embargo, ninguna futura víctima quiere ver los volcanes activos quemando vidas. Todavía los hielos calman la bravura impiadosa.

Sin regreso

Los requisitos para sobrevivir a los cambios que se avecinan en el planeta, no los pudo vaticinar ni el algoritmo ni la máquina de Alan Turing y esa falta de datos hace imprevisible de qué manera la robotización penetrará en la humanidad.

Cuando el planeta apenas se había enfriado y colisionó contra otro de su misma órbita, el impacto fue tan explosivo que la Tierra volvió a fundirse por completo y muy cerca estuvo de destruirse.
Por aquel entonces no había vida, y el mundo se había vuelto muy agresivo. Los seres que lo habitaban antes del enfriamiento habían saltado al espacio. Allí esperaron y los escombros surgidos del choque se fusionaron y formaron la Luna.

En las próximas explosiones, la Tierra se volverá a fundir y esta vez se hará añicos y los sobrevivientes no podrán regresar de la nube.

En jaque

El hombre exploró todo lo que pudo, mientras la Tierra sufría impactos de tal magnitud que pusieron varias veces la vida en jaque. La memoria colectiva los fue acuñando en forma de leyendas: La Atlántida, Sodoma y Gomorra, El Diluvio Universal, Las plagas de Egipto y Castigo a Lisboa, entre otras.

¿Por qué, entonces, en el África, se cuenta muy poco, la historia de Nongqawuse?¿Por qué se teme a la historia de la trágica profetisa de los xhosas: “Nongqawuse había sido criada por su tío espiritista Mhlakaza, en el sur de África. Los xhosas se dieron cuenta de que los invasores iban aumentando sus agresiones, y entonces Mhlakaza, tras la muerte de su madre, abandonó Xhosalandia y empezó a recorrer la zona.

En una oportunidad, la adolescente Nongqawuse y su amiga Nombanda fueron a buscar agua cerca de la desembocadura del río Gxarha. Al volver, ella contó a Mhlakaza, que había conocido a los espíritus de dos de sus ancestros.

Afirmó que los espíritus le habían explicado que los xhosas debían destruir sus cultivos y matar a su ganado; a cambio, echarían a los colonos ingleses al mar, y entonces los graneros volverían a rebosar, y se llenarían nuevamente los corrales con el ganado más bello y saludable. Esto último era particularmente deseable, ya que, durante esa época en que el espiritista y su sobrina deambulaban por la región, muchos rebaños se habían enfermado con las pestes introducidas por el ganado europeo.

Mhlakaza al principio no le creyó. Nongqawuse enfermó gravemente y, delirando por la fiebre, le describió a uno de los hombres. Mhlakaza reconoció que era su hermano muerto y se convenció: ella no mentía”.

A tan solo 120 segundos

Estamos muy cerca de cambiar para siempre. A tan solo 120 segundos. La noticia se conoció después que los cosmonautas rusos plantaran el primer jardín espacial de la humanidad.

Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsáyev tripularon la nave que había partido el 6 de junio de 1971 con la misión de vivir prolongadamente en el espacio. Y vivieron, pero no para contarlo. A su regreso, los hallaron muertos en la nave. Estamos a 120 segundos de morir en el planeta y resucitar en el espacio.

Las empresas tecnológicas crearon un ecosistema con los derechos humanos, cedidos amablemente por la gente. Cada individuo recibió, como contraprestación, el acceso a las plataformas necesarias para vivir en el único hábitat supra continental. Paradoja, vaya paradoja, el surgimiento de los nuevos dioses.

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