Hoy: 23 de noviembre de 2024
Hay que ser muy torpes o estar muy pillados por el deseo ciego de poder, o las dos cosas, para comportarse como lo está haciendo el PSOE esta campaña electoral desde que saltó el escándalo por la presencia en las listas municipales de Bildu de 44 terroristas de ETA, siete de ellos condenados por delitos de sangre.
Este asunto ha cogido con el pie cambiado a los socialistas, que se esperaban una campaña plácida para saborear el éxito del supuesto agradecimiento ciudadano por los millones repartidos en todo lo imaginable, primero en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros y después en los mítines.
Lejos de esa fantasía en la que contaba también con el entrañable Tezanos en las cocinas del CIS para edulcorar los sondeos, los socialistas viven una pesadilla desde el primer día de campaña de la que no han podido despertar, y eso porque no se puede gestionar una ‘crisis electoral’ como ésta de peor forma.
En parte por la soberbia de ministros y en parte por el cinismo de dirigentes políticos de los partidos coaligados, unos y otros pensaron que los tiempos los podrían marcar ellos porque sería un debate que podrían borrar y pasar de nuevo a la fiesta de las promesas millonarias.
No acertaron en sus previsiones y han protagonizado una cronología de errores en la que la estrategia ha sido un manual de libro de lo que no hay que hacer para no tocar las narices de potenciales votantes o simplemente de ciudadanos que no toleran los paños calientes cuando se trata de terrorismo, es decir, de dolor y de ausencias.
Un problema no desaparece porque el Gobierno y sus podemitas decidan que no lo es, y menos cuando dan lecciones de valores desde el desprecio al respeto de las víctimas. Los lectores recordarán las vergonzantes primeras 48 horas en las que unos ministros huían de los periodistas para no pronunciarse y otros, como Belarra o Montero, cuando se les preguntaba su opinión por la presencia de terroristas en las listas respondían “que la derecha no sabe hacer campaña sin hablar de la banda terrorista”, o que el partido de la izquierda abertzale es una “formación democrática que elige a los candidatos que considera oportunos”.
¡Pero díganme, ministras, qué les parece! Respondan a las preguntas y digan si están de acuerdo o no con que Bildu utilice a los terroristas de ETA como candidatos. Digan si esta decisión abre heridas o favorece la convivencia. Y, como las señoras Montero o Belarra, los demás miembros del Gobierno no respondan con evasivas, como lo hizo ayer mismo la vicepresidenta Yolanda Díaz. ¿Por qué no quieren decirle a los españoles qué piensan?
En el Gobierno el silencio del presidente del Gobierno y de sus ministros se convirtió en un clamor, y los ideólogos pensaron que como la tormenta estaba ya en categoría de tromba, sería mejor contestar. Lo hicieron a través de un comunicado en vídeo de la ministra portavoz, la socialista Pilar Alegría, para evitar preguntas de los medios, en el que declaraba que “son unas listas que no nos gustan”.
La presión de la oposición ha ido en aumento para exigir a Sánchez que rompa sus acuerdos con Bildu y que aclare que si los recuperará de nuevo en los ayuntamientos tras las elecciones. El presidente del PP, Núñez Feijóo, ha pedido, incluso, el apoyo de los barones socialistas para que se rebelen contra la posición de Sánchez. La respuesta le llegó entre otros en boca del presidente de Castilla-La Mancha, García Page, quien advirtió que “con los asesinos de ETA ni a la vuelta de la equina”. Lo dijo en un mitin al que asistía Sánchez, aunque éste hizo como el que oye llover.
Pero frente a la ‘rebelión’ de los barones socialistas por la presencia de terroristas en las listas, en las últimas horas de nuevo se ha dado orden de disparar al PP, a Vox y todo lo que se menee con críticas al PSOE, y se ha vuelto al argumentario de acusar a los partidos de la derecha de “agarrarse de forma indecente al terrorismo de ETA” para “arañar votos”. Incluso el líder de Bildu, Arnaldo Otegi entiende que se trata de una campaña “de las cloacas del Estado para descalificar a su proyecto político”.
El presidente, sus ministros y sus socios de Gobierno lamentan que se hable de terrorismo en la campaña, pero mienten porque nadie habla de terrorismo. Hablan de la legal, sí, pero de la absolutamente innecesaria y aborrecible decisión de los abertzales de poner en el cartel electoral a terroristas condenados por la violencia y la intolerancia.
¿No había más ciudadanos en el entorno de Bildu para ir en las listas? ¿Tenían que escarbar en el dolor y sembrar la provocación? Por supuesto que la sociedad española prefiere que el diálogo sea siempre el camino para entenderse y nunca más la violencia y la muerte.
Claro que puede ser una decisión legal, pero en ningún caso es ético ni moral tratar de imponer como representantes de los vecinos a quienes usaron las armas para quitar la vida a algunos de ellos y, aunque hayan cumplido sus penas, ni siquiera han pedido perdón por ello. ¿Qué modelo de convivencia representan estos terroristas malnacidos? ¿A quién quieren representar en sus pueblos y ciudades?
Se ha equivocado de lleno el Gobierno y sus podemitas y están manejando mal un asunto que ha escocido en la conciencia social y más cuando desde el presidente Sánchez se minimiza o se ningunea el caso. Parece que para el Gobierno socialista es fácil hacer demagogia y querer convertirse en víctimas de una ‘campaña sucia’ de la derecha, pero aquí las únicas víctimas son las que han sufrido la violencia terrorista y el presidente sigue sin aclarar si mantendrá sus pactos y si volverá a negociarlos.
En mi pueblo decían los viejos: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Pues eso, presidente, que todo no vale para mantenerse en el poder. Hay fines que no se justifican con estos medios. Por muchos millones que derroche en avales, cine gratis, pisos y chuches de colores, nada podrá quitar a muchos españoles -y seguro que a muchos socialistas- la tristeza de verle actuar con ese descaro con el que culpa a la derecha de todos los males y tome por idiotas a los ciudadanos que creen que ese camino, su camino, no lleva a ningún sitio. Veremos qué pasa el 28M.