La verdad, como el aceite, queda siempre por encima

16 de enero de 2025
7 minutos de lectura
De arriba hacia abajo y de izquierda a derecha: Francisco González (ex Presidente BBVA), José Luis Ábalos, Íñigo Errejón, Ignacio Cosidó (ex director general de la Policía) y en el centro Carlos Torres Vila (actual Pte. BBVA).
ANTONIO GAVIOTA

El año de la Serpiente

Mientras los casos de Ábalos y Errejón continúan evidenciando un sistema político inmune a los escándalos, la connivencia entre los altos mandos policiales, incluida la UDEF, y figuras como las de Francisco González, expresidente del BBVA, pone en jaque a nuestro Estado de Derecho. La corrupción financiera e institucional suman sus respectivos esfuerzos para destrozar al sistema democrático, convirtiendo estas últimas en cómplices de las primeras con el propósito de alcanzar fines privados. Es imperativa una regeneración total que revierta esta situación y libere urgentemente el espacio de la justicia, secuestrado hoy por los bancos, para devolvérselo a las personas.

El término de las vacaciones navideñas nos marca la vuelta al fango de la política y al hartazgo que provoca sus indeseables personajes, toda una condena cíclica –quizás merecida– a la que nuestra sociedad se enfrenta dividida entre resignados y los deliberadamente ignorantes, ambos unidos por el buen propósito de sobrevivir un año más al bochornoso espectáculo que está a punto de comenzar. Sin embargo, no a todos les sienta bien eso de elegir bando, y me consta que muchos ya se han encomendado a la milenaria astrología del calendario chino para superar la inexorable vuelta al sol que tenemos por delante.

La elección no es baladí; el gigante asiático tiene este año a la serpiente como el animal al que atribuir un periodo asociado a la reevaluación, la transformación y la búsqueda de respuestas. Al mudar su piel para crecer, la serpiente se erige como un poderoso símbolo de cambio, un recordatorio de que para avanzar es necesario desprenderse de lo caduco y enfrentarse a lo tóxico, aunque en este símil por más que algunos se despojen de sus viejas capas, continúan mostrando una esencia profundamente repugnante.

Son los casos de Ábalos, Errejón, la UDEF, y muy especialmente, de Francisco González, expresidente de BBVA, quien junto a otros altos cargos de este banco -como Julio Corrochano, su director de Seguridad; y Eduardo Ortega Martín, director de los Servicios Jurídicos- se sentó con el entonces director general de la Policía Nacional, Ignacio Cosidó; y José Santiago Sánchez Aparicio, comisario general de la Policía Judicial, para destruir a AUSBANC. Dicho de otra manera, emplear el aparato del Estado, en este caso de la Policía, al servicio de los intereses y fines privados de la entidad financiera.

Es curioso cómo todos los citados anteriormente comparten el mismo denominador común: ser los únicos agraciados de cualquier terrible fenómeno que, como la DANA, consiga desviar de su persona el tiro de la atención mediática.

De Ábalos a Errejón: tragaderas incapaces de tumbar un Gobierno
La vieja y la nueva política se dan la mano para volver a demostrarnos que nada ha cambiado, por si alguien tuviera la más mínima duda. Eso sí, con una sutil diferencia: mientras José Luis Ábalos pasea con idéntica chulería su caricatura por los platós de televisión y la Sala del Supremo, Errejón ha preferido mantener un perfil bajo que explotará el próximo 16 de enero cuando haga aparición en los juzgados de Plaza de Castilla.

Ambos casos, lejos de hacer tambalear lo más mínimo al actual Gobierno, han servido para reforzar la idea de que el sistema político español es impermeable a los escándalos, sean estos protagonizados por rostros jóvenes, casi infantiles, como el de Errejón o antiguos pesos pesados del partido, como Ábalos, Koldo García o Juan Bernardo Fuentes (Tito Berni), sin olvidar lo que salpique al propio Fiscal General del Estado, actualmente investigado por revelación de secretos, o lo que nos depare este 2025 con el Caso Aldama.

La UDEF, ejemplo de corrupción institucional
La Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) inicia el año como lo acabó, sin levantar cabeza tras el esperpento perpetrado por su más alto mando, quien fue sorprendido hace apenas un par de meses con 20 millones de euros procedentes de la droga emparedados en su chalé de Alcalá de Henares. Ahora muchos se cuestionan con qué legitimidad se pretende juzgar las importantes investigaciones que bajo su dirección se han venido realizando en últimos años, como la Operación Titella, la cual implica a José Luis Moreno.

Cabe recordar que no es la primera vez que la UDEF, concebida precisamente para combatir la corrupción y los delitos económicos, ha protagonizado esas mismas prácticas que debía erradicar. Su reciente historial incluye otras infames actuaciones, como las de su exjefe Manuel Vázquez, quien fue imputado por irregularidades a la hora de investigar a AUSBANC por orden del BBVA. En concreto, la Fiscalía Anticorrupción llegó a señalar cómo la UDEF comenzó a investigar a la AUSBANC por una supuesta extorsión a la citada entidad financiera antes incluso de registrar la pertinente denuncia, la cual fue presentada de forma anónima para mayor ilegalidad. Si bien es cierto que esta inaudita situación se resolvió el pasado marzo con la absolución del presidente de AUSBANC, Luis Pineda, la clase de métodos que empleaba el BBVA con Francisco González –su entonces presidente– a la cabeza sigue aún pendiente de enjuiciar y muy vivos entre su actual cúpula.

Francisco González contra el Estado de Derecho
En línea con lo anterior, es necesario dedicar unas líneas al Caso Cenyt, considerado una de las mayores tramas de corrupción institucional a día de hoy y con el potencial suficiente para tumbar a todo un gigante cotizado como es el BBVA. Su envergadura representa una seria amenaza para los jueces y magistrados que tienen que enfrentarse a personajes tan poderosos como los involucrados en esta trama liderada por Francisco González, o FG como le llamaban su círculo más íntimo. La presión a la que están sometidos, a golpe de represalias y descrédito público, es una herramienta clave de coacción empleada por quienes ostentan recursos ilimitados para alcanzar sus objetivos.

Esta es precisamente una de las principales y más graves diferencias frente a la putrefacción de la clase política, pues la corrupción en el seno de las instituciones financieras conlleva un acceso infinito a Tesorería que sirve perpetrar cualquier clase de maldad que, en este caso, se le pasara por la cabeza a FG. El tener la llave a la caja donde se guarda el dinero, justificado así por su propia naturaleza en el mercado interbancario, no solo permite la ejecución de prácticas ilícitas con total impunidad, sino que además constituye una amenaza directa al Estado de Derecho, poniendo en jaque los principios fundamentales de la justicia y la democracia tal y como los conocemos.

Hablamos de una entidad que habría utilizado recursos de la Policía Nacional para espiar a empresas, periodistas y prácticamente cualquier tipo de amenaza a ojos de FG, el mismo que, valiéndose de su posición en el banco, orquestó una reunión el 7 de enero de 2015 en la comisaría de Canillas, en Madrid. Junto a él estuvieron otros altos cargos del BBVA -como Julio Corrochano, director de Seguridad Corporativa y excomisario general de la Policía Judicial; y Eduardo Ortega Martín, director de los Servicios Jurídicos del banco- quienes compartieron mesa nada menos que con Ignacio Cosidó, entonces director general de la Policía Nacional, José Santiago Sánchez Aparicio, comisario general de la Policía Judicial, entre otros altos mandos policiales.

En esta reunión, los altos directivos del BBVA y la entonces cúpula policial acordaron colaborar en una estrategia destinada a eliminar a AUSBANC, su principal adversario en ese momento. Así lo demuestra documentos como el relatorio, un informe elaborado en el seno del BBVA por Eduardo Ortega que se erige como prueba irrefutable de cómo se instrumentalizó a la Policía para fines privados, lo cual sería negado hasta la saciedad por el propio FG, quien intentó desligarse de estas maniobras ilegales hasta que dicho relatorio salió a la luz.

Lejos de cualquier atisbo de regeneración, la actual alta dirección del BBVA parece perpetuar las indecentes prácticas y estrategias de FG, quien tiene asignado nada menos que doce guardaespaldas por orden de Carlos Torres, su actual presidente. En lugar de esclarecer su compromiso con la transparencia, la entidad sigue empleando maniobras cuestionables, como la OPA al Banco Sabadell, que bien podría interpretarse como una cortina de humo frente a toda esta clase de acontecimientos y una forma de corromper el modelo económico español. Esta falsa operación no solo busca desviar la atención de la opinión pública, sino también enturbiar las relaciones con un banco competidor, alimentando la narrativa de que la renovación es más una fachada que una realidad palpable.

Sin embargo, como el agua y el aceite, la verdad siempre prevalece sobre la mentira, y el citado ejemplo de AUSBANC frente al BBVA lo confirma. Esta asociación, que ya marcó un antes y un después para la defensa de los consumidores al conseguir la devolución de las cláusulas suelo mediante su demanda colectiva en 2010, demostró que los abusos de las grandes entidades financieras podían ser revertidos, devolviendo la esperanza y los derechos legítimos de miles de ciudadanos. Hoy más que nunca se antoja necesario recuperar el espacio okupado de la justicia por los bancos para devolvérselo a las personas, sin temor alguno a la influencia o a esos recursos ilimitados de las grandes corporaciones financieras.

La resurrección de entidades como AUSBANC se antoja imprescindible como baluarte frente a los abusos financieros. Su retorno no solo traería transparencia y equilibrio, también permitiría hacer frente a quienes ven la justicia como un instrumento de poder, devolviéndola a su verdadera esencia: servir al interés general. Con todo ello quizá debamos replantearnos adoptar en España las premisas del año de la Serpiente para desprendernos de lo corrupto, acometer una transformación profunda y construir un sistema digno de la confianza ciudadana, no solo como garante del orden y la legalidad, sino también como ejemplo de integridad y ética. Si bien el arranque de un nuevo año despierta el simbolismo del cambio, la verdadera pregunta es si podremos aprovecharlo para iniciar una regeneración real o si, una vez más, los buenos propósitos que traen consigo estas fechas se quedan en meras palabras.

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