Barcos de regreso

6 de diciembre de 2024
1 minuto de lectura
Barcos de regreso. | Flickr

En absoluto me apetece hoy escribir de enredos políticos, de las diarias liviandades ni de otras músicas desafinadas.

Veo desde mi ventana cómo las gaviotas vigilan la menor imprudencia de los peces que se asoman. Ahí están ellas, seguras de su afán y de su vuelo, centinelas del hambre. Mientras, los barcos van y vienen –nuestros barcos–, sorteando naufragios y enderezando velas que, con suavidad, el viento empuja. Hasta que un poniente inesperado acaba con su navegación y los detiene en lo ancho del mar para que aprendan a contemplar el encrespado paisaje de las olas que llegan.

Después de algunas madrugadas, Dios tiene compasión de los desorientados y les manda la luz y el sosiego de la luna para que alcancen de su mano, otra vez, las orillas.

Considero de esta forma la espiritualidad de cada uno: las gaviotas acaban con el valor de los peces crecidos; el abandono y la soledad llega después de creer que somos más poderosos que el océano. Y cuando sólo queda morir sobre las negras cordilleras del agua, llega Dios y nos ofrece la luz de su luna para el regreso.

pedrouve

3 Comments

  1. Que bien elegido el símil de las gaviotas y los peces, como siempre con esa claridad que brilla en las almas limpias y sin cadenas de alguien como Pedrouve que conoce de verdad el tamaño del alma.
    Sus escritos traspasan esas corazas de incomprensión y dejadez.
    más cómoda para los no creyentes y triste y preocupante para los comprometidos.
    Con la ayuda de Dios llegaremos a la orilla, exhaustos, casi sin respiración pero con el deber cumplido.
    No temas nada, Dios está contigo, con Él nada te falta.
    Alimentemos el alma, con la misma entrega que ahora se preocupan de la alimentación, se pasan las horas educándonos con esos mantras insufribles de, como comer bien y sano, mientras estás dejando pudrirse ese talismán que vino contig a la vida desde tu concepción.
    ¡No dejes que pierdas la luz!

  2. La exquisita calidad del texto transmite lo que pretende. Infunde una paz reflexiva que obliga al observador a mirarse por dentro. No todo lo importante se encuentra fuera de los muros. De Pedrouve uno siempre aprende.

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