En el corazón rural de Kentucky, entre praderas verdes y autopistas tranquilas, se alza una estructura de madera que no parece de este siglo: una colosal réplica del Arca de Noé. Con 155 metros de largo, esta versión a escala bíblica se ha convertido en el símbolo más visible del movimiento creacionista moderno en Estados Unidos. Pero más allá del asombro arquitectónico, lo que se exhibe en su interior es una defensa contundente —y controversial— del relato literal del Génesis.
El responsable es Ken Ham, fundador de Answers in Genesis (Respuestas en el Génesis), quien no sólo ha convertido el arca en un parque temático con zoológico y tirolinas, sino que la ha convertido en el epicentro de una cruzada cultural. Su mensaje es claro: la Biblia, desde la creación hasta el diluvio, debe entenderse literalmente, y el universo tiene apenas 6.000 años, según una información publicada en El Diario de Chihuahua.
“Queremos demostrar que Noé pudo haber construido el arca, que los animales cabían y que sobrevivieron al diluvio universal”, explica Ham, convencido de que el creacionismo no sólo es fe, sino también evidencia. El Museo de la Creación, a pocos kilómetros del arca, refuerza ese mensaje con maquetas de niños jugando con dinosaurios en el Edén y dioramas que atribuyen la violencia social al abandono de los valores bíblicos.
Mientras el consenso científico sostiene que la Tierra tiene 4.500 millones de años y que los seres vivos evolucionaron durante millones de años, Ham y sus seguidores promueven una visión radicalmente distinta: Adán y Eva fueron reales, los dinosaurios vivieron junto a los humanos y los fósiles pueden explicarse por el diluvio.
El fenómeno no es aislado. Según encuestas de Gallup, un tercio de los estadounidenses cree que Dios creó a los humanos tal como son ahora hace menos de 10.000 años. El creacionismo de la “Tierra joven” sigue vivo en iglesias, escuelas privadas e incluso algunos intentos legislativos en estados como Virginia Occidental o Dakota del Norte.
Críticos como el divulgador Bill Nye, quien debatió con Ham en 2014 en lo que se llamó “el Juicio del Mono del siglo XXI”, alertan sobre el riesgo de educar a los niños con “versiones alternativas” de la ciencia. “Hay árboles más viejos que los que Ham cree que tiene el mundo”, ironizó Nye, preocupado por el resurgir del pensamiento anticientífico en tiempos de crisis climática y sanitaria.
El mensaje, sin embargo, resuena. Más de 1,5 millones de personas visitan anualmente el Ark Encounter y el Museo de la Creación, y la organización ya planea expandirse con nuevas atracciones en Misuri y Tennessee.
Entre fe, cultura y política, el arca de Kentucky no es sólo una atracción. Es un manifiesto flotante de una América dividida entre el dato y la doctrina, entre la evolución y el relato sagrado. Y en medio de ese diluvio ideológico, millones siguen eligiendo creer.