Tan apasionado como parece ser, el Presidente de los EE UU se levanta cada mañana sofocado después de soñar con su excompañero de Venezuela, más vulgar todavía que, al pasar por las avenidas y ver algún edificio que le conviniera, exclamaba: ¡Exprópiese!
Ahora somos los europeos quienes pasamos la noche en vilo, aguardando el amanecer del Jefe americano con su palabra favorita: ¡Arancélese!… Los asfixiados productores españoles, sin margen ya por los impuestos genuinos, calculan, según los aranceles del Prepotente, que su aceite y su vino, siendo los mismos, de pronto son encarecidos por el insomnio de un megalómano que, además, está muy enojado con los españoles porque al Presidente de aquí le ha dado por comprar chucherías made in China. Y coches eléctricos. Y algunas baterías de cocina de esas que no se pegan.
Confucio puso cara de satisfacción cuando dijo: “Debes tener siempre la cabeza fría, caliente el corazón y larga la mano”. Seguro que el Presidente de allí no lo ha leído; el nuestro sí, por eso ha sido tan generoso con la amnistía sin apenas pensarlo y también supo clamar desde su corazón caliente: ¡Amnistíese!… y la amnistía se hizo.
Pedro Villarejo