Recuerdo con añoranza lo que significaba la familia hace unas décadas y hoy tan herida en las bases de su construcción.
Tengo en mi mente aquellos años dorados, donde desde el respeto a nuestros mayores nuestras vidas se estaban formando.
Fuimos felices, nuestros padres nos querían nos cuidaban y nos hacían sentir esperanza en el futuro.
Todos teníamos una conexion especial con nuestros hermanos, y los años de colegio nos marcaron para siempre.
Nos solían decir para formarnos el carácter.
“Si la base es fuerte ni un terremoto la destruirá “.
El Colegio nos daba cultura y formación para nuestro futuro, pero la educación y el saber estar la recibimos en nuestra casa, con nuestros mayores.
Nuestros viajes siempre con el permiso de nuestros padres hasta ser considerados legalmente mayores a los veintiun años.
Éramos el auténtico patrimonio de nuestras familias, ellos respondían por nosotros y eso contribuía a tener cuidado con nuestros actos y no crear problemas.
Existía el diálogo, primero en casa y después en el colegio.
Las comparaciones son odiosas, pero la vida de hoy es tan fría, tan distante, que en muchas familias no hablan entre ellos, y luego se asombran de las actitudes de algunos hijos, sobre todo adolescentes.
Suelen dejarlos con sus móviles horas y horas por comodidad o por dejadez, pero esa actitud puede pasar una dolorosa factura.
Os adoro queridos recuerdos de una infancia feliz
Y todo el amor y el agradecimiento por habernos concebido queridos y añorados padres, todo su afán era hacernos felices en tiempos difíciles y nos formaron para ser hombres y mujeres honestos y
respetuosos, sobre todo con nuestros mayores “de las dos familias.”
Falta el reverso de estos recuerdos.
La actualidad que vivimos en muchas familias
es muy diferente.
¿Somos más felices?
Que cada cual responda.