Era mi vida, mi consuelo, mi luz, mi todo. Cuando salía por las mañanas sentía su falta. Nuestra casa estaba llena de amor, de deseo, de felicidad. Pasaban los días esperando los fines de semana para dedicarnos a nosotros, nos queríamos y eramos felices.
Vivíamos en un chalecito a las afueras de la ciudad, teníamos una buena economía, trabajábamos los dos. Soy pintora y mis cuadros se vendían muy bien. Él era empresario, trabajador incansable y el mejor amante que cualquier mujer desearía tener. ¡Yo le tenía!
Aquel invierno era tan frío que nos impedía dar nuestros largos paseos por los montes colindantes y nuestros días libres los dedicábamos a lo que más nos satisfacía, amarnos durante horas hasta quedar exhaustos.
Decidimos libremente no tener hijos y nuestra vida transcurría sin grandes alteraciones.
Teníamos un grupo de amigos que nos conocíamos desde hacía mucho tiempo y habíamos decidido celebrar el fin de año en nuestra casa, con acopio de toda clase de bebidas. Queríamos que resultase inolvidable y, desde que empezó diciembre, nos dedicamos a prepararlo todo.
El invierno estaba siendo muy frío, desde el día 10 la nieve nos cubrió el maravilloso paisaje y aumentó nuestra ansiedad y deseo de estar juntos. Hacía diez años desde nuestra unión y cada día era mejor, nos complementábamos y con sólo mirarnos sabíamos lo que necesitábamos.
Siempre que alguien quería venir a vernos nos llamaba antes y a nadie sorprendía nuestra tranquilidad.
Una señora del pueblo cercano venía para atender la casa desde que nos fuimos a vivir allí y para las cenas con invitados su hermana, una espléndida cocinera, era la que organizaba y preparaba todo con cuidado y acierto. ¡Y llegó la noche mágica!
La Nochebuena la pasamos en la ciudad, esa noche la nevada fue muy copiosa, dormimos en casa de mis padres y pasamos el día de Navidad con todos.
Al atardecer nos dirigimos a casa. Cada vez la nieve caía con más fuerza y a duras penas llegamos. Las primeras sombras de la noche lo cubrían todo y era difícil ver ni con las luces, al llegar pretendimos abrir con el mando el garaje pero no respondía.
Él bajó del coche para intentarlo manualmente y no se percató de la presencia de dos sombras que surgieron a los lados y una tercera entraba en el coche. Me cogió por detrás y con un golpe en la cabeza me dejó fuera de control.
Cuando desperté, dentro de casa en el suelo, vi a mi adorado amor que tenía cubierta su cabeza con una bolsa, se apreciaba la sangre, estábamos atados de pies y manos, estaba aterrada, y no podía hacer nada.
Nuestros teléfonos estaban en el suelo destrozados, la alarma estaba en silencio. Estábamos en manos de unos canallas que lo que querían era dinero, joyas, todo lo de valor que podían lograr; yo daría todo por salvarle, era mi vida.
Le quitaron la bolsa, entonces lo vi, su cara ensangrentada, un ojo estaba cerrado y herido, le sacaron las llaves del bolsillo del pantalón. Era una situación espantosa, a golpes le sacaron el lugar de la caja de seguridad, no paraba de brotarle sangre de la cabeza.
Cuando vaciaron la caja de seguridad de joyas y dinero lo metieron todo en una bolsa y se sentaron los tres, bebieron todo lo que quisieron y obsevándonos… Decidieron violarme.
Por más que me resistí fue imposible, el dolor y el horror se apoderaron de mí. Sólo deseaba que todo terminase o que me mataran de una vez. Mi sangre se mezclaba con la de mi amor que estaba inmóvil. No sé de donde sacó fuerzas y se quitó las bridas de las manos, fue todo muy rápido. Se lanzó sobre el que estaba encima de mí con la botella que cogió y, de un golpe certero, lo dejó fuera de juego.
Los otros, medio borrachos, uno de ellos con pistola en mano, disparó una vez y falló; el segundo disparó, dio al que me sujetaba, entonces saqué fuerzas de no sé donde y me lancé sobre el que pretendía matarnos, que disparó y en ese momento los vigilantes de la empresa de la alarma entraron y redujeron a los tres.
Al dar la vuelta al adorado cuerpo de mi amor, ya no veía, estaba agonizando, había perdido mucha sangre y el golpe de la cabeza fue determinante. En ese momento yo morí con él. Fui trasladada al hospital y después de una semana me enfrenté a la vida sin mi gran amor. No he querido romper nuestro lazo de unión, nadie ocupará jamás su lugar.
Tengo tanto amor, tanta felicidad, además de esos recuerdos maravillosos que alimentan mis días. Doy gracias a la vida por todo lo que me ha dado y, sobre todo, por haberme enseñado que el amor de verdad instalado en el corazón es capaz de hacer milagros. Yo vivo por él. Me equivoqué, no morí, me regaló su vida que es la mía.
Han pasado varios años de aquello y hoy puedo contarlo sin dolor, he sido capaz de borrarlo de mis sentimientos. Vivo gracias a su amado recuerdo.