Antígona desesperada

4 de noviembre de 2024
1 minuto de lectura

Cada vez que el Presidente de Gobierno anuncia que va a hacer una declaración institucional me temo lo mejor: ¡Va a presentar su renuncia!. Pero no. Me ocurre igual con los gritos que se suceden en el piso turístico junto al mío cuando llegan los fines de semana y sus fiestas y abandonos hasta la madrugada parecen no tener fin: “Ya callarán”, me digo. Pero no, como el Presidente y el muñequito de las pilas, siguen y siguen hasta el delirio.

Nos terminará pasando como a Antígona, a quien el tirano Creonte le había negado sus derechos políticos e institucionales y no le quedó más remedio que suspender su vida ella misma ahorcándose en una cueva solitaria: Hemón, el amor de su vida e hijo del dictador, al verla así, se suicidó también a su manera y más tarde Euridice, su madre, que no pudo soportar la muerte de su hijo… Aristóteles supuso que Antígona era el símbolo de una catarsis colectiva que, con los años y en nuestro caso, puede terminar en salvación. Mucho más cerca veo yo el abismo.

La declaración institucional era otra de las suyas: nunca reconocer sus errores y echarle la culpa a los demás.

pedrouve

2 Comments

  1. Es un ser que incluso se pondria de pie sobre sus propios detritus, sencillamente, para elevarse sobre los demás pobres mortales.
    Su prepotencia es tan enorme que está acostumbrado a desbordar su ridículo sin verlo, y de esta manera conseguir asomar la cabeza sobre todos los demás.
    Que bien se lo montó poniendo de parapeto a los reyes.
    Ahora sus televisiones compradas solo enfocan la parte en la que él no aparece.
    Somos ya adultos y conocemos sus
    indecentes maneras para hacer ver a los que no ven . pero los qué tenemos, el pensamiento libre
    vemos su autentico fin con sus indignos y falsos pasos.
    En esta vida todo se paga y sin piedad, lo malo es que todos sufriremos las consecuencias de sus
    despiadados actos.

Responder

Your email address will not be published.

No olvides...

Viajar en metro

Como no vivo en una ciudad que disponga de tan buenos servicios, he viajado pocas veces en metro. Recuerdo especialmente

… ¡A buenas horas!

A España entera se le han agrandado los ojos por el asombro de una inmensa tragedia que, en parte, pudo

Morir es demasiado

Los crisantemos que llenan hoy los cementerios al pie de los cipreses, son recuerdos sin mancha de aquellos a los

Enamorado de la verdad

Los creyentes sabemos que el Espíritu guía a la Iglesia y que cada tiempo tiene su tribulación y su orilla.