Algunas veces nos preguntamos qué da más miedo: enfrentarse a un tiburón blanco en aguas abiertas o a la crueldad de otro ser humano. La nueva película Animales peligrosos nos acerca a esa pregunta. El director australiano Sean Byrne presenta a Greg y Heather, una pareja de turistas, que buscan aventura en un negocio llamado Tucker’s Experience. Allí prometen inmersiones en jaula para ver tiburones, pero pronto descubren que el verdadero peligro no siempre nada bajo el agua.
El personaje de Tucker, interpretado por Jai Courtney, es una persona compleja. Sobrevivió a un ataque de tiburón y desarrolló un vínculo con estos depredadores. Entendió su jerarquía, sus estrategias de caza y la relación entre presa y depredador. Pero, a diferencia de los tiburones, Tucker aplica estas lecciones a su propia conveniencia, convirtiéndose en un peligro real para los demás. Como dice el actor, “la gente herida suele herir al prójimo”.
La película se filmó en un barco real en la costa de Gold Coast, en Queensland, Australia. Allí, las aguas del Pacífico albergan más de 50 especies de tiburones, incluidos grandes blancos, tigres y toros. El rodaje entre corrientes fuertes y olas imponentes intensificó la sensación de peligro. Como recuerda el elenco, estar en el mar abierto provoca una mezcla de vértigo, respeto y adrenalina, una experiencia que pocos podrían olvidar, según ha publicado Excelsior.
Pero no todos los depredadores caminan o nadan en el reino animal. La película también explora cómo los traumas y las heridas pueden convertir a una persona en un peligro para otros. Los expertos coinciden en que quien no ha sanado sus heridas emocionales puede repetir patrones dañinos con quienes lo rodean. Tucker es un ejemplo de esto: un niño desprotegido que encontró refugio en el mar y en los tiburones, pero que canalizó su dolor hacia comportamientos destructivos.
La historia nos recuerda que el miedo no siempre viene de afuera. A veces, el mayor depredador es alguien que conocemos, alguien capaz de manipular, controlar o dañar emocionalmente. La película mezcla la tensión del océano con la intriga de la mente humana, creando un relato donde los peligros se reflejan en ambos mundos. Así, el espectador comprende que el instinto animal y la ambición humana pueden ser igualmente aterradores.
En Animales peligrosos, las olas no son el único riesgo. La amenaza puede estar al lado, en la mirada de un ser humano que aprendió a sobrevivir a costa de los demás. El miedo se multiplica cuando la realidad y la ficción se encuentran, y nos hace pensar que el depredador más peligroso no siempre nada, a veces camina entre nosotros.