El Ministro de Presidencia, de Justicia y de todo, mantiene una perversa inocencia en la sonrisa. Cuando esboza contento, los labios se le dilatan en un filo morado, que es anticipo de muerte, por donde circula el escaso manantial de las sangres quemadas.
Y entre obligadas sonrisas y acomodos, se atusa el pelo de enhebros vanguardistas para anunciarnos, a modo de menú, su amenaza del día. El Ministro de Justicia, de Presidencia y de la Cosa responde siempre con amenazas: “Ya os vais a enterar” es la idea que subyace en la salivilla de su veneno.
Ahora, tras provocar con la estampita de la vaca aparecida en su televisión la Nochevieja, nos amenaza a los católicos con que se está elaborando una ley que permitirá libremente ofender a los creyentes. A los de Jesucristo, se refiere. Nunca a los otros. Porque el señor Ministro de Justicia, de Presidencia y de Relaciones con las Cortes, tiene miedo a que se congele en azules, en lilas para siempre, su armoniosa voz de enamorado.
¡Qué pobre es usted, señor ministro!
pedrouve
La amenaza es el arma pueril de los que no saben convencer, de los inútiles del pliego con pólizas. Ellos acabarán pasando y caerán muy pronto en el olvido. Será muy fácil borrarlos de la memoria.