Don Antonio Machado aseguraba que el amor requiere “algo de exageración”. Pero sin pasarse. Cualquier desmesura o aspaviento termina resultando grotesco e irrisorio. Está demostrado que los padres en los hijos y los hijos en los padres (hay también excepciones ponderadas), no ven ellos más que cualidades que, en los momentos oportunos, exhiben a los cuatro vientos dejando pálpitos de sonrisa y comprensión.
Vengo a referirme al discurso de la hija de una mujer espléndida que, en el sepelio de su madre, se han referido a ella como “la que ha cambiado el mundo” con su vida y su comportamiento… El amor la ha desbordado hasta asomarse al ridículo.
Su madre fue una actriz muy destacada, más en la política que en la interpretación, que despreciaba solemnemente a cuantos no coincidían con sus ideas.
Para cambiar un poco el mundo se precisa una inteligencia objetiva que brinde a todos la apreciación de una verdad constatada, por encima de costumbres, prebendas o ideologías. Puede que la hija de esta excelente actriz se haya referido a que cambió, si acaso, el estrecho mundo de su familia.
Ponderación en los gestos y en los actos. De Antonio Machado nos referimos «como un hombre bueno». No es preciso añadir ningún aditivo más. Si nos recuerdan de esa forma, mientras permanecemos en las sombras, será una luz más que suficiente.