Ahora en agosto están en Veraluz las calles vacías. Sólo los perros y los sueños cabalgan a su aire oliendo en las esquinas la soledad sofocante de este aprieto solar que padecemos. Gracias a que la Corporación Municipal suprimió la mayor parte de los impuestos, los más gravosos, debido a una buena distribución de los recursos, nuestros convecinos pueden permitirse ahorros suficientes como para quemarse, de otra manera, en las arenas de Cádiz o tostarse, a media luz, en Estepona, donde escasamente el mar se enfada y aparece lenta la ola para dar un beso.
Al anochecer, también se ven en las terrazas de Veraluz algún que otro racimo de “forasteros” que vinieron, quizá, a comprobar el milagro de un pueblo que sabe distribuir su riqueza. El alcalde, don Eladio, estaba sentado a su mesa cuando un atrevido le preguntó: -¿Cual sería la razón por la que en este pueblo hay dinero para todo? El alcalde, sin alterarse, respondió:
-Sencillamente porque aquí no se roba.
-Ah, así cualquiera… se asombró el curioso visitante antes de ir al baño que sigue estando, como siempre, al fondo a la derecha.
Pedro Villarejo