La Unión Europea ha dado un paso que marcará un antes y un después en su política energética: dejar de comprar gas a Rusia de manera definitiva a partir de otoño de 2027. Después de décadas de dependencia y de años en los que Moscú utilizó el gas como herramienta de presión, Bruselas ha decidido romper con ese vínculo y avanzar hacia un modelo energético más seguro, autónomo y diversificado.
El acuerdo alcanzado entre el Parlamento Europeo y el Consejo establece una desconexión progresiva. Primero, la UE irá eliminando las compras de gas natural licuado (GNL), cuya ruptura deberá completarse antes del 31 de diciembre de 2026. Después, llegará la desconexión total del gas por gaseoducto, prevista para septiembre de 2027. A partir de ese momento, Europa cerrará definitivamente la puerta a cualquier importación de gas ruso.
Las instituciones europeas han presentado esta decisión como un acto de soberanía y de protección de su futuro energético. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, lo calificó como “un día histórico”, subrayando que Europa no volverá a caer en la “peligrosa dependencia” que permitió a Rusia influir en precios, abastecimiento y decisiones políticas.
Para muchos líderes europeos, este acuerdo también representa un compromiso firme con Ucrania. Reducir y finalmente cortar los ingresos energéticos de Rusia es visto como un golpe directo a una de las principales fuentes de financiación de su maquinaria bélica. Se trata de una decisión estratégica que combina seguridad, responsabilidad geopolítica y visión de largo plazo.
El acuerdo no busca generar tensiones en el suministro ni poner a los Estados miembros en situaciones críticas. Por eso, la UE ha establecido un proceso gradual y coordinado. Seis meses después de que la normativa entre en vigor, todos los nuevos contratos con Rusia quedarán prohibidos. Los acuerdos de corto plazo firmados antes de junio de 2025 tendrán sus propias fechas límite, abril y junio de 2026 según el tipo de gas, mientras que los contratos de GNL a largo plazo no podrán prolongarse más allá del 1 de enero de 2027.
Además, se han contemplado salvaguardas para los países que aún dependen de forma significativa del gas ruso por razones geográficas o de infraestructura. Si tienen dificultades para llenar sus reservas, podrán retrasar la ruptura del suministro por gaseoducto hasta noviembre de 2027.
El acuerdo también refuerza los sistemas de control para evitar fraudes y garantizar la trazabilidad del gas que circula dentro de la UE. En paralelo, cada Estado miembro deberá presentar planes nacionales de diversificación antes de marzo de 2026, explicando cómo sustituirá el gas y el petróleo ruso y qué medidas aplicará para reforzar su seguridad energética.
En definitiva, Europa inicia un camino complejo pero necesario: dejar atrás la dependencia energética de Rusia y construir una autonomía que refuerce tanto su estabilidad interna como su papel en el escenario internacional.