Eran tiempos de una España donde el hambre hacía sonar los estómagos vacíos, en castellano, las tripas, donde la gente había perdido las ganas de seguir luchando solo por conseguir un mendrugo de pan para sus familias, así que era la situación idónea para que surgieran aquellos bandoleros que siendo viles ladrones y asesinos aparecieran, como salvadores del pueblo.
Se apoderaban de los caminos para sus fechorías y robaban en las haciendas y casas para su propio beneficio, las migajas que les sobraban las repartían a los más necesitados, pero siempre afines a sus tropelías. Así entraron en otra más de nuestras historias, como una leyenda idílica de aquellos despiadados bandoleros, que asolaron aquellos pueblos, y tal como crecían sus hazañas, la gente se rendía a sus pies, y entre verdad y cuento, surgieron aquellos que fueron siete.
Qué ironía, como siempre ocurre, se repiten las historias, han pasado muchos años, estamos en otro siglo de aquellos hechos y nuestras necesidades son muy diferentes. Pero el número siete se repite para desgracia de todos nosotros.
Como estamos viendo, se puede jugar vilmente con la buena voluntad de la gente, y que por una actitud pasiva, hemos llegado al bandolerismo más despreciable.
Ahora todo vale, lo más sagrado siempre han sido nuestros muertos, y su culto es costumbre en nuestras vidas, de generación en generación.
Dejad que los muertos descansen en paz, no es bueno ni digno mostrar los huesos de los que fueron y ya no están.
Qué doloroso y triste es ver cómo se hacen publicidad a costa de ellos, las familias no se dan cuenta, por el dolor que les nubla el entendimiento, ellos y sus familias, merecen todo nuestro respeto.
Pero después de muchos años regresaron los siete, como los siete pecados capitales, y bien que los airean como si de un gran triunfo se tratase.
Los tenemos llamando a nuestras puertas, que aún permanecen cerradas, guardando nuestra privacidad, no tenemos claro hasta cuando, pero los conocemos, esos siete tienen nombres y apellidos, les gusta hacerse notar y mostrar todo su poder.
Estamos viendo lo que son capaces de hacer, de crear, de negar y de denostar a personas que hasta ahora representaban la honorabilidad por sus cargos, ahora es muy difícil reconocerlos como personas con dignidad.
Jamás nos lo podíamos imaginar, están dejando a su paso demasiados cadáveres desde la terrible pandemia hasta hoy.
España guarda demasiado dolor, para que ahora, entre esos siete nos hagan sudar gotas de sangre, para su putrefacta victoria, cuando la dignidad se pierde es muy difícil hacerla renacer.
Los siete pecados capitales son: la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, la pereza. Según la religión católica.
¿Cuántos están en alza hoy en España? ¡Todos! Hoy en día se vienen practicando con auténtico descaro, por quienes debían tener respeto y honorabilidad hacia los ciudadanos.
Recordad que también existen siete virtudes….Tendremos que escudriñar mucho para ponerlas en práctica.