García Lorca en Buenos Aires

8 de octubre de 2023
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García Lorca. En 1985, meses antes de cumplirse los 50 años de su muerte, yo vivía en Buenos Aires.
Federico García Lorca. | Archivos

Comenzando

En 1985, meses antes de cumplirse los 50 años de la muerte de Federico García Lorca, yo vivía en Buenos Aires. Comenzaban los radiales informativos a rociar con memorias el acontecimiento y sus derivadas. Ante las primeras ráfagas del recuerdo, se me ocurrió escribir un libro sobre la importancia que tuvieron aquellos meses de Federico en la Argentina… Aún vivían tres personas que lo conocieron, que lo trataron y que estaban en condiciones de revelarme lo que nadie, o casi nadie, conocía. Ya escribiré sus nombres. A ellos me fui y, desde ellos, y muchas investigaciones más, surgió este libro que se agotó en su primera y única edición y que ahora reedito con otro nombre en las páginas de Fuentes Informadas, ofreciendo un capítulo cada semana.

Alguna editorial está interesada hoy en reeditarlo. Ya veremos. En aquella ocasión, al trasladarme de nuevo a España todo quedó en suspense para posibles ediciones.

Raro es el investigador del poeta granadino que no ha señala­do la importante presencia de Federico García Lorca en Buenos Aires. Pero ninguno, al menos yo lo desconozco, ancló su barco en aquellos cinco meses que, como trato de demostrar, tuvieron mucho que ver en la vida, en la obra y en la muerte de una persona­lidad tan discutida y fascinante.

-En Buenos Aires, García Lorca conoce a Neruda: aconteci­miento decisivo para el chileno y el granadino.

-En Buenos Aires, revela parte de sus pensamientos a una prensa que lo recibe curiosa y le acompaña.

-En Buenos Aires, es apasionadamente aplaudido en su teatro, de vital importancia para un poeta tan necesitado de recono­cimientos como Federico.

-Los amigos, sinceros y muchos, exprimen su tiempo y su duende hasta que Lorca declama seis de sus más importantes conferencias.

-Bodas de Sangre, Mariana Pineda, La Zapatera Prodigiosa, y aquella genial puesta en escena de La Dama Boba, de Lope de Vega, son lla­maradas que alumbran la expectación de América.

-Aprovechando que en su hotel de Buenos Aires apareció, de pronto, una mujer desnuda, hablo de la sexualidad de Lorca.

-Cuando, por fin, el poeta se marcha dividido entre manos que en Argentina le retienen y manos que en Madrid le aguardan, estrena para sus amigos españoles un teatro de marionetas que le ha­bían regalado en Buenos Aires. En medio de la función una llamada telefónica le anuncia la vuelta a los ruedos —a la muerte— de su gran amigo Ignacio Sánchez Mejías: Ar­gentina, La Argentinita, Ignacio y Federico en un capote de seda con marionetas bordadas.

-Y, en sus últimos días, cuando un tal Ruiz Alonso va a buscar­lo a la calle de Angulo donde García Lorca vivía escondido en casa de los Ro­sales, Federico estaba contándole a Esperancita, la hermana de su amigo, cuánto lo amaban en Argentina.

Demasiadas coincidencias que debían ser recogidas en un li­bro. Un libro que he escrito, como dice Charles Moeller, porque también habla de Dios, que se sirve de todo, incluso de aquello que tiene difícil explicación, para salvar al mundo.

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