Hoy: 23 de noviembre de 2024
JOSÉ JUAN
Juntar en un mismo lugar conceptos como menores inimputables, agresiones sexuales en aumento, impunidad o reforma de la Ley del Menor sobre la edad mínima legal para los ‘niños’ que cometan delitos graves no suele acabar bien. Es fácil que algunas consideraciones en voz alta sobre este asunto lleven al discurso de lo ‘políticamente incorrecto’ y otras a tachar desde el enojo cualquier idea como ‘barbaridad’.
Y ese es el problema, el temor a plantear abiertamente una reflexión necesaria sobre la conveniencia o no de reformar la Ley del Menor y más cuando se sucede un rosario de casos horribles que tienen detrás a menores inimputables porque tienen, incluso, menos de 14 años.
Los datos están para analizarlos desde el sosiego. Casi 13.600 menores de 14 a 17 años fueron condenados en 2021, lo que supuso un aumento del 21% respecto al año anterior, y de ellos 439 se debió a delitos sexuales, un 12,6% más con respecto al año anterior, según la estadística de condenados menores del Instituto Nacional de Estadística (INE). Ese mismo año se registraron 26.349 infracciones penales cometidas por menores, un 29,4% más que en el año anterior.
El cóctel explosivo entre los que defienden que se den los pasos necesarios para que el menor sea imputable a partir de los 12 o 13 años —al menos en determinadas circunstancias debido a la gravedad de los hechos—, choca con los que mantienen a rajatabla que el espíritu de la ley reguladora de la responsabilidad penal de los menores debe radicar en la reeducación, reinserción, formación y rehabilitación, sin olvidar que se desarrolla bajo el paraguas de la Convención de los Derechos del Niño de 1989.
Derechos y ¿deberes?
Lo cierto es que una idea preventiva, socializadora y reeducativa del menor delincuente no es opuesta, ni debería serlo, a considerar que la inimputabilidad por debajo de los 14 años genera confusión en una sociedad en la que los niños de ahora “se saben todos sus derechos pero ignoran sus deberes”. Lo ha dicho mil veces el popular juez de Menores Emilio Calatayud.
Al hablar de jóvenes, educación y delincuencia, generalizar es equivocarse y tremendamente injusto, porque no podemos hablar de una juventud perdida y esquiva a los valores y principios que le lleguen de su casa o de la escuela. Al contrario, pero la necesidad de este debate se plantea porque existe otra realidad, minoritaria pero importante, de casos en los que todo parece haber fallado.
Cuando un muchacho se coloca del lado de la rebeldía social y del desapego familiar y escolar, no podemos hablar de un solo problema y una única solución. Ni de un solo culpable. Cuando eso sucede es porque la sociedad en su conjunto ha fallado. Desde los padres en entornos en riesgo de exclusión social y familias desestructuradas, a docentes con sus funciones muy limitadas para manejar situaciones diarias conflictivas.
En ocasiones no es únicamente la marginalidad la que induce a estos a menores a enfrentarse a un modelo social normativo. Son muchos los casos en los que los ‘niños bien’ que lo tienen todo en casa, son capaces de tocar el infierno por llamar la atención. O por imitar conductas adictivas para explorar emociones. Como los hijos de familias muy bien posicionadas que quemaron viva a una indigente que dormía en un cajero de banco “para ver qué se sentía”.
La importancia del hogar
Por desgracia el hogar es el principal origen de un menor que acabará cerca o muy dentro del riesgo que lo lleve a echar su vida a perder. A menudo el trabajo distrae y absorbe tanto que se olvida lo realmente importante, y se educa a los hijos en la idea de facilitarles todo para que ellos no pasen por las carencias que tuvieron sus padres. Así lo normal es que se pierda el control de los tiempos y se olvide que todo tiene una edad y un momento.
Los niños deben cumplir etapas y cada una a su tiempo permite madurar sin sobresaltos, sin generar expectativas inapropiadas. ¿Qué explicación tiene que a los niños de 10 años se les facilite un móvil, a veces sin ‘depurar’ con el que se pasa horas y horas aislado de todo y de todos, o que a una niña de Primera Comunión se le regale una caja de vapeadores de colores, además de un Smartphone de última generación?
La calle, el entorno, el consumo que genera necesidades irreales, las redes sociales y todo lo que nace y vive en internet están ‘educando’ a nuevas generaciones de menores que con frecuencia se escapan del control de la familia y de la escuela.
Internet es ahora la ventana por la que muchos niños se asoman al sexo desde la distorsión del porno; a la violencia desmedida que a través de videojuegos o el cine convierte la fantasía en realidad, y en adictos consumidores de modas, costumbres y comportamientos grupales que disfrazan la responsabilidad individual de los actos. El menor acaba por no respetar para intentar ganarse respeto de los demás, aunque de manera equivocada.
¿Alguien duda de que un chaval hoy con 13 o 14 años ‘sabe hoy más latín’ que nosotros cuando teníamos 18? ¿A alguien se le escapa que la información que maneja en la actualidad, incluido el sexo, es inimaginable en las generaciones de sus padres? ¿El respeto de los escolares de hoy por sus padres y docentes y la influencia que pueden ejercer es la misma de otros tiempos? Que cada uno se responda desde su propia experiencia.
Lo cierto es que tenemos un problema y algo habrá que hacer que no sea limitarnos a leer periódicos o ver telediarios con la distancia de lo que creemos que puede ser un problema de otros pero jamás nuestro.
Basta con repasar titulares de los últimos años, meses y días en periódicos de todo el país para comprobar la frecuente intervención de menores en hechos atroces. Desde 2003, cuando la muerte de Sandra Palo, minusválida psíquica que fue violada, atropellada y quemada viva por tres menores en el año 2003, conmovió a la sociedad española, hasta la actualidad, hay menores que siguen actuando con una brutalidad impropia de niños.
En este mismo medio recogíamos la pasada semana que los Mossos han identificado a 21 jóvenes implicados en ocho agresiones sexuales grupales desde julio de 2022 en Badalona, 20 de los cuales menores de edad y la mitad de ellos, con una edad inferior a los 14 años, ininmputables, es decir, que no tienen que responder penalmente ante la ley de sus actos. Y todavía mucho peor: cuatro de los menores son reincidentes, por lo que han participado en más de una las agresiones sexuales en grupo.
El listado de noticias de este tipo es ‘doloso’, como el caso de un joven menor de edad responsable de haber violado a una niña de catorce años. Mientras un cómplice, que no ha podido ser identificado, grababa la agresión y jaleaba al atacante para que pegase a la víctima.
Dice Patricia Velasco, desde su aprobación la Ley del Menor se ha modificado 4 veces (7/2000, 9/2000, 15/2003 y 8/2006), todas para endurecer la norma (para los casos más graves, como el asesinato. Además, la comisión de delitos con pertenencia a una banda, el terrorismo, la violencia escolar o el maltrato familiar pasaron a estar castigados con el internamiento en régimen cerrado).
Rebaja edad penal
En estos años, hay voces que han pedido una rebaja en la edad penal (de 14 a 13 o incluso 12 años) para paliar la sensación de impunidad que a veces queda en la sociedad. Señala Velasco, quien recuerda además que, desde el ámbito educativo y social. Por el contrario, no lo consideran necesario, pues la edad penal ya se rebajó de los 16 a los 14 años.
La edad en otras legislaciones europeas es baja que en España o Italia (14 años). En Francia, a partir de los 13. Inglaterra y Gales tienen una de las más bajas, con 10 años, en Holanda y Bélgica se sitúa en los 12 años y en Estados Unidos no hay edad fijada, aunque Carolina del Norte lo sitúa en los siete años.
Entre los partidarios de rebajar a edad penal a los 12 años para los casos más graves de homicidio o violación. Está el exdefensor del Menor de Madrid Javier Urra. Y lo justifica entre otras razones porque la sociedad evoluciona. “Ahora se ha acortado mucho el tiempo de infancia y se ha ampliado mucho el tiempo de adolescencia. La sociedad quizás ha confundido el querer hacer una sociedad libre de respeto intergeneracional entre iguales y se ha traspasado unos límites seguros. Pero no entre padres e hijos, sino en la autoridad. La autoridad es una palabra que ha quedado en desuso y que la sociedad debe volver a dotar”.
Otro jurista experto, Emilio Calatayud, destaca que “la Ley del Menor es muy desconocida y desde el principio se ha explicado mal. Yo soy partidario, antes de bajar la edad penal, de apretar más a los padres, a los profesores y a los medios de comunicación. Es decir, a los responsables de ese enorme fracaso que es que tengamos que estar hablando de esto. Legislar ha de hacerse con tranquilidad”.
El juez de Menores cree que se ha impuesto esa idea de que los menores se van de rositas. “Pues no es así, hay que poner una denuncia y que ese menor se enfrente a las consecuencias” que tienen que asumir los padres. El penalista César Díaz, recalca la responsabilidad civil derivada de los actos delictivos ejecutados por un menor de 14 años viene a recaer generalmente en sus mayores responsables. Pero nada más allá, como imponerle una pena como a los menores de más de 14 años o con los mayores de edad.
Lo que parece claro es que tenemos un problema y algo habrá que hacer. La sociedad tiene la responsabilidad de reconducir hábitos y prácticas formativas y socializadoras que integren al menor de edad. Sin que ello suponga un tabú para adecuar edad y madurez a la responsabilidad penal por los hechos delictivos.